sábado, 3 de julio de 2010

LA ANTIGÜEDAD / Los Godos / Leovigildo, el rey fuerte (IV) / Hacia la unificación

- /Museo Nacional del Prado / Madrid
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Triunfo de San Hermenegildo..... .................. Francisco de Herrera el Mozo / 1654..
Óleo.sobre. lienzo. / :328 x 229 .cm..
Barroco: español / Escuela sevillana..
Museo: Nacional.del Prado / Madrid..



Leovigildo, el rey fuerte (IV) / Hacia la unificación


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Tras el Concilio del año 580, y pese a la rebelión en pleno proceso expansivo de Hermenegildo, Leovigildo acude premioso a luchar contra los vascones. Algunos han querido ver en esa lucha una prolongación -o más bien un inicio- de la guerra civil, por cuanto, según esta hipótesis, aquéllos se habrían situado a favor de la "causa católica". Pero semejante apreciación carece absolutamente de sentido. El motivo de la marcha de Leovigildo sobre el territorio ocupado entonces por los vascones habría que buscarlo, posiblemente, en una de las muchas correrías que dicho pueblo venia protagonizando desde tiempo atrás. En esta ocasión, casi con toda con certeza, debieron excederse un tanto en el pillaje y saqueo de las zonas limítrofes, poniendo en peligro, en consecuencia, la integridad del Reino. Leovigildo fue, como en la campaña de los cántabros, como no podía ser de otro modo, expeditivo. El Biclarense afirma, refiriéndose al año 581:

El rey Leovigildo ocupa parte de Vasconia y funda la ciudad que se llama Victoriaco.

Es ésta la segunda de las ciudades fundadas por el monarca, aunque con finalidad muy distinta, pues si Recópolis se erigió como acto conmemorativo y en calidad de urbe residencial, Victoriacum -difícil de ubicar, aunque tal vez se trate de la Vitoria de hoy- tuvo todas las trazas de una ciudad-campamento, de una fortaleza, construida para proteger el limes visigodo frente a las incursiones vasconas.

Muralla de Vitoria / Gasteiz..



Las campañas de la guerra civil

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Durante la estancia de Leovigildo en el Norte, Hermenegildo no movió para nada sus posiciones. Todo parece indicar que de no haber atacado el monarca legitimo la Bética, su hijo hubiera permanecido conforme en ella. Pero Leovigildo, pacificados los vascones, creyó llegado el momento de hacer lo propio con la Bética, dentro de su mayúsculo plan unificador.

Así, en 582, en el simple lapso de un año, cambia por completo la suerte a su favor. En el transcurso del mismo, en efecto, toma Emerita -Mérida-, permanente centro militar de operaciones durante toda la época visigoda. El acceso a la capital de la Lusitania -a estas alturas en su poder y totalmente pacificada- le supuso un paso decisivo para afianzar su posición e ir perfilando, a partir de entones y desde allí, la reconquista del Sur perdido.

De este modo, en 583 se inicia el acceso a la Bética y, con ello, el agobiante sitio a Hispalis -Sevilla-, la capital de Hermenegildo, donde éste vivía encerrado a cal y canto; asfixiante cerco que, en principio, seria aliviado con llegada en su auxilio del ejército suevo, con el rey Miro a la cabeza. En cualquier caso, lo que pareció un respiro para los "católicos" hispalenses, pronto se desvanece, pues Leovigildo cerca también a Miro, le derrota y le obliga a huir, en el mejor de los casos -si hacemos caso a San Gregorio de Tours-, o, en el peor, le que causa la muerte -si nos guiamos por el testimonio de el Biclarense-.

Muralla de Sevilla / Sector noreste, a la espalda de la Iglesia de San Hermenegildo / Foto de esta mañana .

Huido o muerto el rey Miro y derrotado su ejército, los suevos retiran su ayuda a la causa del tirano bético, que, desde este momento, tan sólo cuenta con la colaboración, mínima, de la provincia bizantina. Así las cosas, el sitio de Sevilla adquiere a partir de aquel instante proporciones obsesivas para Leovigildo, quien, no en vano, empleará en él, con el fin de culminarlo exitosamente, el tiempo necesario y toda suerte de procedimientos, estrategias de sometimiento que Juan de Bíclara enumera así:

El hambre, el hierro, el cierre del Betis...


Efectivamente, Leovigildo bloqueó sistemáticamente el Guadalquivir -el Betis-, e incluso parece que, dado que el sitio se prolongaba, se dedicó, tras tomar Itálica, durante el invierno, a restaurar las murallas de la hermosa ciudad romana que viera nacer a los emperadores Trajano y Adriano.

Entretanto, Hermenegildo, consciente de los perfiles dramáticos que adquirían los acontecimientos, llama en su ayuda a los bizantinos. Pero lo hace en vano, pues una vez más el monarca arriano le ganará la partida haciendo uso de la astucia: compró a los hipotéticos aliados de su hijo por 30.000 sueldos, propiciando que los orientales abandonaran al católico rey bético en el mismo campo de batalla.

Así pues, en los albores del verano de 583, Leovigildo asalta Sevilla sin encontrar apenas resistencia por parte de sus extenuados habitantes, mientras que Hermenegildo, advirtiendo la catástrofe, huye hacia Corduba -Córdoba-, donde se refugia temporalmente.

Pero nada puede cambiar ya la suerte de los acontecimientos ni el nombre del vencedor en la guerra civil. Transcurridos unos meses, el monarca arriano entra en Córdoba tras someter, una a una, todas las plazas de la comarca que aún quedaban afectas a la decaída "causa católica".
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... Francisco de Goya y Lucientes/ 1799.
... Óleo..sobre..lienzo../..33.x.23...cm.
... Fundación Lázaro Galdiano / Madrid.















A principios de 584 y después de recibir a su hermano Recaredo, a quien su padre había enviado con el fin de que le convenciese para entregarse por propia voluntad, Hermenegildo, que se encontraba refugiado en una iglesia cordobesa, caía definitivamente. Se cuenta que el hijo rebelde se postró ante Leovigildo y que éste, afectado, le levantó y le besó tras despojarle de las ropas regias que vestía.

Al poco tiempo, Hermenegildo era trasladado a Tarraco -Tarragona-, donde, en 585, fue asesinado por su carcelero, Sisberto, tras negarse a comulgar de manos de un obispo arriano, según San Gregorio de Tours, y en función de que aquél no fue castigado por su crimen con la pena capital -o no de momento-, lo que confirmaría la inducción del mismo, cumpliendo ordenes del Rey.

Por su parte, la desdichada Ingundis, esposa de Hermenegildo, sobre cuyos hombros, asimismo, recae parte del protagonismo de todo este episodio, habría logrado huir con el hijo de ambos; aunque, según parece, la fatalidad se interpuso de nuevo en su camino, pues murió durante la travesía que los conducía a Constantinopla.

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San Gregorio Magno, Papa ........... Francisco de Goya y Lucientes/ 1797 ................
......Óleo..sobre..lienzo../.188.x.113.cm. ...............
......Museo.de. Romanticismo../..Madrid ................

La versión de los hechos que ofrece el papa San Gregorio Magno, para quien la muerte de Hermenegildo no fue otra cosa que un martirio -con razón desde el punto de vista teológico-, se asemeja bastante a la dada por el turonense, aunque se carece de pruebas fehacientes que permitan afirmar con rotundidad que su sacrificio se produjo en dichas circunstancias. En cualquier caso, eso si, hay que aclarar que la figura de Hermenegildo, que no en vano seria elevado como mártir a los altares siglos más tarde, paradójicamente no fue tan aplaudida por la propia Iglesia Católica nacional de su tiempo, al menos desde un punto de vista político, como nos recuerdan los calificativos que Juan de Biclara y el mismo San Isidoro de Sevilla emplearon para describirla, tales como rebellis (= rebelde), tyrannus (= tirano) y tyranizans (= tiranizante); atributos muy definidos que permiten intuir hasta que punto la jerarquía eclesiástica contemporánea desaprobó su conducta por el hecho de haber atentado contra el proceso de unificación leovigildiano. De ello además se deduce la harto interesante idea de que el concepto unitario defendido por el rey arriano era compartido por diversos y numerosos sectores de la sociedad de este momento, tan distintos como podían serlo la oligarquía visigoda y la jerarquía católica, o, dicho de otro modo, que a finales del siglo VI se tenia conciencia plena, en términos generales, de que la actitud de Hermenegildo contradecía el imperativo histórico de su tiempo: la unidad… En este sentido, como ya vimos, Juan de Bíclara, por ejemplo, llega a decir de la guerra civil supuso para la provincia de Hispania, "tanto para godos como para romanos, calamidades mayores que las que podían venirles de sus enemigos".



La extinción del Reino Suevo

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Pero, tras el trauma de la guerra civil, que seguramente, obligó a Leovigildo a repensar sus planes de unificación o, por decirlo con más claridad, su arrianismo -en cuanto a resultar disfuncional para con el proceso unificador mismo-, el Monarca, coincidiendo con los últimos momentos de su reinado, emprende una de las tareas que le proporcionaran mayor grandeza: la conquista de Gallaecia y, por tanto, la destrucción del Reino independiente de los suevos.

Como ya hemos visto, el rey Miro, que había acudido a Sevilla en ayuda de Hermenegildo, fue derrotado y/o muerto por Leovigildo a las puertas de la capital Hispalense. El fracaso de Miro dejó a los suevos, que se hallaban desde hacía mucho en pleno proceso de descomposición interna, con la moral completamente minada.

A Miro le sucede en el trono su hijo Eborico, que firma una paz inmediata con Leovigildo, intentando con ello ganar tiempo para reconstruir la situación del Reino.

Pero Eborico no puede evitar el levantamiento de un rebelde, Andeca, que, tras destronar al rey legítimo, le confina en un monasterio. La caída de Eborico, pues, ocurre en el momento más oportuno para Leovigildo, para que éste lleve a cabo el último y definitivo asalto al territorio suevo. De este modo, en 585, año de la muerte de Hermenegildo, es también el año de la conquista de Gallaecia, el mismo en el que hubo de hacer frente, con éxito, a una rebelión producida en la lejana Septimania goda. Fue, pues, aquél, amén de un año epilogal, un año dinámico, repleto de avatares y, por suerte para Leovigildo, un año de victorias múltiples.


Monasterio de San Pedro de Rocas / Fundado en el siglo VI / Orense / Ourense

Menos de doce meses duró el efímero reinado del suevo Andeca. Leovigildo jugó sus bazas con rapidez: acudió con su ejército a la Gallaecia, sorprendiendo a Andeca y devastando sin piedad el territorio. Hecho prisionero, el "tirano" suevo tuvo, por parte de Leovigildo, el mismo trato que el infringido a Eborico: convertido en sacerdote fue desterrado a Pax Iulia -hoy Beja, Portugal-.

Entretanto, Recaredo se enfrentaba a los francos en la Septimania, campaña que conocemos con detalle merced al minucioso testimonio de San Gregorio de Tours. La armada de los francos intentó desembarcar en la costa sueva con el fin de alentar una súbita rebelión -o, mejor aún, restauración- protagonizada por Malarico. Pero su plan fracasó y la suerte de la contienda hubo de jugarse en territorio galo, donde Recaredo dio muestras de una espléndida brillantez estratégica.

Su victoria sobre el franco Gontrán fue tal que no se limitó a rescatar las plazas perdidas –como es el caso de Carcasona-, sino que, además, penetró en sus tierras, haciendo suyos algunos castillos fronterizos.

Con la victoriosa campaña de Recaredo en la Septimania se cierra el círculo de 585, fecha decisiva en el avance y la consolidación de los planes de Leovigildo.



Muerte de Leovigildo
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Sin embargo, tan sólo un año después, en Toletum -Toledo-, moría Leovigildo quien, según el testimonio de San Gregorio Magno, habría abrazado, antes de fallecer, la fe católica. Esta decisión, se dice, no fue, a pesar de todo, hecha pública por mor de los problemas que pudiera haber suscitado. A la vista de los datos, no puede ni afirmarse ni negarse esa posibilidad que, como tal, no es del todo descabellada. Ciertamente, Leovigildo se había apercibido de las dificultades inherentes a la conversión al arrianismo de la numerosa población hispanorromana. Aunque los resultados obtenidos por las medidas del Concilio arriano del 580 fueron positivos, no cabían, pese a los mismos, excesivos optimismos respecto al futuro religioso del Reino.

El balance, en efecto, seguía siendo nítidamente favorable a los católicos, y ello era, por encima de cualquier consideración, una incontrovertible realidad.

San Hermenegildo / Antigua iglesia del desaparecido colegio jesuita homónimo / P. de la Concordia / Sevilla
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Su magnifico salón, de planta y cúpula ovales, después de haber sido desacralizado y adaptado, sirvió temporalmente para albergar las Cortes Generales, trasladadas a Sevilla en 1823, a causa de la toma de Madrid por parte de los Cien Mil Hijos de San Luis, y el Parlamento de Andalucía entre 1985 y 1992 / Hoy
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Si se quería lograr la unificación, había que contar necesariamente con sus condiciones internas. Vistas las cosas desde ese ángulo, una conversión firme de Leovigildo no carece de sentido. Por otro lado, además, la tolerancia hacia el catolicismo creció de manera significativa durante el último período su reinado, índice evidente, si no de la conversión, sí, al menos, de la conciencia leovigildiana respecto a la realidad religiosa de su Estado.

¿Como etiquetar la gestión de Leovigildo? Cualquier balance debe ser históricamente favorable, pese a los problemas suscitados por la guerra civil y su tono traumático. Leovigildo fue el verdadero arquitecto del Estado hispanovisigodo, el que, en suma, delineó a la perfección los soportes reales del mismo. Que no viera plenamente coronada su gigantesca obra no le resta grandeza ni a su labor personal ni al fruto que de ella se deriva. Él señaló el circuito por el que era preciso transitar de cara al gran logro de una Hispania visigoda. Su reinado fue, con mucho, el de mayor avance, además, en ese largo camino hacia la institucionalización; y tras él, el mapa de Hispania sufre sustanciales modificaciones.

Destruido el Reino Suevo, toda la Gallaecia pasa a manos visigodas; la Bética se reintegra, y la provincia bizantina de Spania, aún libre del poder godo, se ve seriamente amenazada y disminuida. Sólo, pues, dos lagunas territoriales: la costa bizantina y la zona vascocantábrica, cuya independencia persiste a pesar del acoso de Leovigildo.

Cuando muere el monarca, aquel 586, dejaba a Recaredo una herencia sustancialmente superior a la que el había recibido, no sólo en el plano territorial, sino también en el estricto ámbito institucional; el Reino Godo estaba a un paso de su definitiva unificación. Aunque, claro, en medio de una precariedad estructural difícilmente salvable, obstáculo que sólo la Iglesia, llevando a cabo un esfuerzo histórico -que a la larga pagaría caro-, podrá, en cierto modo, remediar.
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Iglesia de San Hermenegildo / Sevilla / En el lugar sobre el que se levanta, asegura la tradición, sufrió reclusión Hermenegildo, quien, por su defensa de la fe y martirio, como ya vimos, subió a los altares en 1585, para convertirse, junto a San Fernando, en copatrón protector de la Corona española / Esta mañana


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Suena: Chevaliers de Sangreal

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2 comentarios :

Rafael Domínguez Villa dijo...

He tomado prestada una foto de tu blog citando su procedencia para acompañar una saeta mía. Espero no te importe. Si tuvieras inconveniente me lo comunicas y será retirada inmediatamente.

http://saetayverso.blogspot.com/

Perdona la forma de pedirte permiso pero no he encontrado email al que dirigirme.

Un millon de gracias

Jose dijo...

No, no me importa, faltaría más. Gracias a ti en cualquier caso por haber sido tan amable de dirigirte a mí para ponerlo en mi conocimiento.

Que tengas muy buen día. Un cordial saludo.

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