domingo, 30 de enero de 2011

NOMEN OMEN / 43º Cumpleaños del Príncipe


Domingo, 30 de enero de 2011
S.A.R. el Príncipe de Asturias / Ricardo Macarrón Jaime / 1989 / óleo sobre lienzo 92,5 x 73,1 cm. Don Felipe y los Felipes, por Francisco Rodríguez Adrados
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DON FELIPE Y LOS FELIPES

Francisco Rodríguez Adrados







Son tan tristes tantas cosas que vemos en torno, que a uno se le quitan las ganas de escribir sobre ellas. Un cierzo fanático ha quebrado el pacto del 78. Y el ansia económica ha traído la corrupción y la crisis. «¿Quién podría saciarlos a todos?» escribía Solón. Vivir de créditos y préstamos es al final malo.

Perderse en el tiempo y en la geografía es ver que todo pasa —y todo vuelve—. Que todo está mezclado, incluso lo excelente y lo deteriorado, que a veces la esperanza acaba por cumplirse. Algo de eso diré.


El otro día saludé en la Academia a Don Felipe. Un aire de viejo y nuevo caballero le envolvía. Se me ocurrió rememorar la saga de los Felipes, con sus altos y bajos y altos otra vez. Esa palabra griega «amante del caballo» nos la recuerda.


Primero, muy modestamente, recuerdo a los Felipes de mi familia. A mi hermano que fue médico eminente en Salamanca, Valladolid y Sevilla. A su hijo, que murió joven, fue dramático. A mi primo carnal, Felipe Adrados, artillero segoviano muerto en Paracuellos, todavía tiene una calle en Turégano, veremos si dura. A mi abuelo Felipe, que fue alcalde de Turégano, fue de los hombres que en la Restauración elevaron a España (luego vinieron los desastres), sus hijas fueron de las primeras mujeres que estudiaron en España.


Pero en última instancia éstos y todos vienen de nuestros reyes Felipes. El primero, Don Felipe el Hermoso, el que enloqueció a la reina Doña Juana, que amar es enloquecer, como sabían ya Safo y Fedra y Melibea. Con cierta malicia los médicos griegos decían que el amor era un mal pasajero. Pero rebrota. De este Felipe vienen los otros Felipes, de ellos los del pueblo, como entre mil, los míos.





Bernhard Strigel / 1516-22 / Renacimiento alemán / Escuela de Suabía / Óleo sobre tabla / 73 x 60 cm. / Real Academia de Bellas Artes de San Fernando / Madrid


La —e final los traiciona: vienen a través de Borgoña, allí y en Francia la —o del Filipo griego (e italiano) se ha hecho —e. La corte de Borgoña, madre de la etiqueta de nuestros Austrias, puso de moda el nombre Felipe. El Hermoso fue seguido por el II, el III y el IV. Y cuando vinieron los Borbones, el primero fue Felipe V.


El Felipe al que dedico este artículo será Felipe VI, en su día. Gloria a los Felipes en cuyo imperio no se ponía el sol. Gloria al caballo que está en su nombre, al caballo que trajo a los indoeuropeos a Europa y España, de España los llevó a América. Leí que a un caballo muerto en la conquista los indios mejicanos lo adoraban. Cosa justa.


El caballo hizo al caballero. Y no hay caballos más hermosos, junto a los de Fidias, que los de Velázquez, a los que montaba, entre otros, Felipe IV, otras veces enlutado penitente, otras aún desaforado amador. Y resulta que los hijos de la Reina eran debiluchos, ahí está Carlos II y los de sus amantes sanos y robustos. Mala suerte.


Y ven cómo este Carlos II tomó el nombre nada menos que del emperador Carlos y éste de Carlomagno. Así ruedan los hombres y los nombres hacia arriba y abajo. Pero hoy no tocan los Carlos.


¿Que de dónde tomaron los orgullosos borgoñones el nombre de Felipe? Bien claro, de Filipo el macedonio, rey caballero conquistador de Grecia, padre de Alejandro, que fue amo de aquel Bucéfalo que, dicen, mató de una coz al que lo había envenenado. Como el Cid era amo de Babieca, de Rocinante don Quijote. Los borgoñones querían, con el nombre, traerse de Grecia y Macedonia la sustancia caballeresca que pasó a España.


Estátera de oro de Filipo II de Macedonia / 323-317 a.C.

Sustancia caballesca griega —e indoeuropea, ya dije. En Atenas escribió Aristófanes, en Las Nubes, aquella discusión matrimonial del campesino Estrepsíades y la sobrina de Megacles, hijo de Megacles, que tenía pretensiones nobiliarias. ¿Cómo ponerle al niño? Él proponía algo así como «Ahorrador», ella un nombre terminado en —ippo, caballo, más elegante. Salió un despropósito, lo llamaron Fidípides, «Ahorra-caballos». El niño arruinó en las carreras a su padre.


Fuera de bromas, en España el caballo nada tuvo que ver con el —ippo, salvo en Felipe y en creaciones tardías como hípica, hipódromo. Ni siquiera con el equus latino, vivo en creaciones tardías, como equitación. Pues en Castilla al animal lo nombraron caballo, como en Francia cheval, cavallo en Italia. Siguieron siendo nobles el caballo y el caballero y la caballería. La palabra era propia del celta y el galo, de ahí pasó al francés y el español. Quizá venía, como el mismo caballo, con los propios indoeuropeos. Del eques latino se conservó tan solo el femenino, equa, la yegua, no creaba problemas, pero para el macho heroico en la guerra se prefirió caballo, de ahí los términos nobles caballero y caballería.


En griego moderno, cabalgar es kaballikeúo: los nobles francos llevaron el verbo cuando en el siglo XIII vencieron a Bizancio. Curiosamente, a la cabalgadura la llamaron álogos, irracional. En Grecia, hoy, hay kaballikeúo, cabalgar, y álogos, caballo. El caballero y el irracional juntos, amigos. En cambio, en Italia, en Nápoles al encabritarse el caballo lo decían spagnoleggiare, españolear. Ahora los españoles nos encabritamos menos, salvo algunos que sería mejor que no se encabritaran.


Los nombres subían y bajaban, razones sociales hacían que el caballo recibiera los más prestigiosos. Así, franceses y borgoñones pusieron de moda el nombre Philippe, tratando de igualarse a las proezas del rey macedonio, que, por su prestigio, había tomado de los griegos ese nombre. Pero es que Borgoña formó parte, por el testamento del emperador Carlos, del imperio de España. De allí vino Felipe el Hermoso a casarse con Juana. Mejor: fue ella a buscarlo. ¿Ven qué simple?


Y de este Felipe vinieron los reyes Felipes. Curioso destino el de la palabra: griega primero, adoptada luego por macedonios, borgoñones y otros más. Luego la sustituyó el nombre caballo y de él salieron palabras igualmente ilustres. Al lado de Don Felipe y los Felipes estuvieron los caballeros, lo caballeresco, la caballería.


Las palabras suben y bajan, los hombres suben y bajan, pero siempre queda un regusto del antiguo ser de hombres y palabras, una esperanza de que las esencias, pese a todo, puedan cobrar una vida nueva. A lo largo de dos mil quinientos años.


Buen rodeo este, de Grecia a España a través de Macedonia, Borgoña y Francia. Y aquí sigue, en Felipe, el nombre heroico griego, el del animal heroico. Y los nombres son a veces augurios, nomen omen, «un nombre es un augurio», decían los romanos y a veces así es. Un nombre da esperanza de que el nuevo vástago renueve pasadas esencias. Como cuando se le ponía a un niño, esa vieja costumbre, el nombre de su abuelo. De Filipo vienen los Felipes todos.


Todo esto nos anima, en cierto modo, a rebajar el imperio aplastante del presente, a veces tan efímero. El presentismo que yo digo. Hay que pensar con más a lo lejos. Algunas insensateces pasarán, es un pensamiento que consuela. Y hay cosas perdurables, y si caen, volverán.


No todo va a ser ese efímero presente, inicio de un progreso imparable según pregona una cierta moda. Quizá sí, quizá no, hay de lo uno y de lo otro. También cuenta el pasado, de él venimos, a veces lo añoramos. En el pasado está, también a veces, la esperanza: de que pase tanta insensatez de algunos adoradores del presente y del supuesto futuro paradisiaco. Y vuelvan los valores de siempre.


Ya ven, subiendo y bajando aquí están el caballo y los caballeros. Y la caballería en el sentido antiguo. Y los Felipes, ya dije, desde hace dos mil quinientos años. Y ahora mismo, Don Felipe.

Don Felipe y los Felipes
/ Francisco Rodríguez Adrados, miembro de las Reales Academias de la Lengua y de la Historia, y de las Academias de Atenas y Argentina de las Letras / Tercera de ABC / Jueves, 6 de enero de 2011


Retrato de un príncipe

Tomás Pérez Vejo









Pinchar aquí para ver el documental completo en la web oficial de RTVE





Felicidades y muchas gracias por todo, Señor





Este retrato, copia del original que se encuentra en Viena, representa tiempos felices para Doña Juana I de Castilla, hija de los Reyes Católicos y reina de España, y su marido, Felipe el Hermoso. En él aparecen, además de ambos, tres de sus hijos y su suegro, el emperador Maximiliano I de Habsburgo, pero sin embargo no lo hacen la esposa de éste, María de Borgoña, que falleció en 1482, cuando su hijo Felipe tenía tres años de edad, ni las otras hijas de aquellos, Isabel, María y Catalina.

De izquierda a derecha y de arriba abajo figuran en esta obra:


Maximiliano I -sacro emperador romano germánico-; Felipe I, el Hermoso -rey de España-; Juana I de Castilla –reina de España-; Fernando -futuro sacro emperador romano germánico-; Carlos I –futuro sacro emperador romano germánico y rey de España-; Leonor - futura reina de Portugal-.

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HOY SUENA

Karl Jenkins / 2001


l'Homme armé / The armed man / A Mass for Peace


"L'homme armé" de Karl Jenkins es la última de las más de 40 misas compuestas a lo largo de los últimos cinco siglos basadas en la canción del mismo nombre que aparece a mediados del siglo XV en la zona borgoñona -probablemente bajo el impulso de las nuevas órdenes militares que intentaban resucitar el espíritu de las cruzadas tras caída de Constantinopla, ocurrida en 1453-; composición ligada asimismo a las ceremonias de la Insigne Orden del Toisón de Oro, a la que pertenecía Felipe I, quien, precisamente, la introdujo en España. La canción, recogida en el Libro de Coro de Felipe el Hermoso y Juana de Castilla, uno de los más importantes manuscritos de polifonía sacra de la primera década del siglo XVI, obra que se conserva en la Biblioteca Real de Bruselas, rápidamente se hizo muy popular y sirvió de inspiración, entre otros grandes compositores, a Pierre de la Rue, Josquin des Prés o Francisco Peñalosa.
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miércoles, 26 de enero de 2011

LA ANTIGÜEDAD / Los godos


Miércoles, 26 de enero de 2011




EL PASO DE LIUVA II Y EL "ARRIANISMO" DE WITERICO








Muerto Recaredo en diciembre del 601, le sucede, sin dificultad inicial, su hijo legítimo, Liuva II, quien, sin embargo, permanecerá instalado en el poder tan sólo dieciocho meses, a lo largo de los cuales intenta mantener la política trazada por su padre.

La causa de esa tan corta estancia, que restaura el tremendo y aparentemente superado morbus gothorum, fue la sublevación de Witerico, aquel falto de escrúpulos y ambicioso conde que, no en vano, después de traicionarla, como ya vimos en su día, dejó recaer el peso de la responsabilidad de la conspiración lusitana anticatólica -posterior a la conversión secreta de Recaredo y anterior al III Concilio de Toledo- sobre los hombros de Sunna, obispo arriano de Mérida.


Witerico, pues, aún en vida del nuevo monarca, según se desprende del testimonio de San Isidoro de Sevilla, se erige en rey y protagoniza un nuevo intento de recuperar el arrianismo. De este modo, al año y medio de iniciarse su reinado, el hijo de Recaredo es derrotado por el rebelde, quien le amputa primero la mano derecha para evitar su entronización y ordena, después, su muerte. Poco más se sabe del problemático período en que ambos debieron coexistir, traicionando con ello la difícil unidad alcanzada durante los mandatos de sus antecesores pero, a juzgar por los acontecimientos, el conspirador no debió despejar demasiadas incógnitas una vez instalado en el trono.

(...) muerto Liuva, Witerico vindica para si durante siete años el reino de que en vida de aquel se había apoderado... / Historia Gothorum / San Isidoro de Sevilla

A finales del 603 Witerico toma para sí todo el poder e inicia una clara política arrianista, o, por decirlo de otro modo, anticatólica; política, por tanto, que posicionaría frente a él a la ya por entonces influyente Iglesia. No se tiene noticia, sin embago, ni se puede deducir a la ligera que tuviera lugar una hipotética restauración del arrianismo en su tiempo. Propiamente, stricto sensu, tal rehabilitación no debió llevarse a cabo, lo cual, naturalmente, no niega el perfil arrianista que vertebra la gestión del monarca, pues sin duda lo tuvo. Debió haber, en efecto, cierta persecución hacia algunos católicos, entre otras cosas, porque todos los indicios parecen asegurar que la Iglesia toledana padeció serias dificultades.

En 607, Witerico, que temia que su modo de acceder al trono fuera provechado por los monarcas vecinos para actuar contra sus intereses, concedió a Teoderico II, por entonces sólo rey de Borgoña, a petición de éste y con la vista puesta en el mantenimiento de la paz entre los pueblos de ambos monarcas, la mano de su hija Ermemberga.

Pero el matrimonio de ésta, que partió inmediatamente hacia su nueva patria acompañada por los emisarios que su futuro esposo había enviado a la Península y la suculenta dote
que aportó su padre, estaba destinado a fracasar. Las fuentes no son demasiado fiables en este sentido. Curiosamente, el mismo San Isidoro, probablemente porque no gozó del favor de Witerico y desconoció en buena medida lo que en aquellos momentos se fraguaba en la corte, no realiza mención alguna de la política dinástica desplegada por el rey al otro lado de los Pirineos, política de alianzas que enlaza -hay que recordar en este punto- con una larga tradición que se remontaba, como ya vimos en anteriores entradas, a los tiempos de Leovigildo y Recaredo. En estas circunstancias es Fredegario quien, en su Crónica, aporta algo de luz al asunto:

Los embajadores presentaron la princesa al rey, en Chalóns de Saona, y fue recibida con grandes honores y testimonios particulares de afecto y de cariño; pero Brunegilda, que no había podido impedir esta negociación, halló medio de neutralizar su efecto en un tiempo en que todos, a no ser ella, lo habrían creído imposible. Hizo nacer incidentes que retardaron la celebración de las bodas, y luego, atrayendo a su bando a la hermana del rey, Teudelana, que tenía gran influencia en su hermano, se sirvió de ella para disgustar al rey de la princesa.
/ Crónica de Fredegario

Boda de Sigeberto I y Brunegilda./ Miniatura / Grandes Crónicas de Francia / Biblioteca Nacional de Francia / Paris

De este modo, apunta el cronista franco, más allá del aspecto físico más o menos afortunado que luciera aquella desgraciada princesa visigoda -factor barajado como posible causa de rechazo de la misma-, fue la influencia ejercida por abuela visigoda de Teoderico sobre éste y Teudelana, su hermana, las dotes persuasivas desplegadas por la conspicua Brunegilda 1, 2 -personaje con el que ya estamos familiarizados asimismo-, las que propiciaron que Ermemberga regresase de nuevo a su país sin consumar el matrimonio con el rey de Borgoña y, lo que no es menos importante, sin su dote; hechos que, en cualquier caso, dieron al traste con la política diplomática de Witerico, al tiempo que constituyeron una humillación en toda regla para éste, quien, como es lógico, intentó aliarse con francos y lombardos, así como con el propio hermano de Teoderico, Teodeberto -rey de Austrasia-, cuyo abandono de la coalición acabó con la misma y, por tanto, con las posibilidades de Witerico de vengarse del rey de Borgoña.

Por otro lado, al margen de la involución religiosa y del fracaso de la política de alianzas allende los Pirineos
que su reinado representa, Witerico luchó con denuedo y, paradójicamente, sin demasiado éxito, contra los bizantinos. Así describe San Isidoro el escaso fruto de sus campañas bélicas :

Witerico (fue) un hombre ciertamente valiente en el arte de las armas, mas sin embargo desprovisto de victorias, puesto que en el combate contra el soldado romano no logró sembrar gloria alguna, a excepción de la plaza de Segontia que obtuvo por medio de sus duces.
/ Historia Gothorum / San Isidoro de Sevilla

Poca cosa, en suma, que, sin embargo, da cuenta acerca de una renovada presión sobre el litoral del Sur, aún en manos de Bizancio.

Al cabo de siete años, y no se sabe bien por qué motivaciones -religiosas, políticas o personales-, Witerico fue asesinado cuando se celebraba un banquete.
San Isidoro, de nuevo, describe así su trágica muerte:

En un banquete cayó muerto a cuchillo, y victima de una conjura de los suyos, el que el cuchillo había empleado para subir. Su cadáver fue vilmente transportado y vilmente sepulto.
/ Ibídem

Una vez más, una conspiración acaba con la vida del rey. El "mal de los godos" gravita de nuevo, inmisericorde, sobre el frágil Estado hispanovisigodo.



HOY SUENA

Johannes Brahms / 1867

Romanticismo

Ihr habt nun Traurigkeit / Un Réquiem alemán


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martes, 18 de enero de 2011

LA ANTIGÜEDAD / Los godos


Martes, 18 de enero de 2011






DE LIUVA II A CHINDASVINTO

El asalto nobiliario al poder







Con Recaredo se cierra en Hispania el siglo VI. Ha sido éste en líneas generales, como lo ha denominado con precisión el historiador don Fernando García de Cortázar, el período de "identificación del pueblo visigodo con el espacio territorial de la Península". Su reinado es, de hecho, el gran tránsito entre la problemática dispar de los dos siglos: el VI, en el que, netamente, se van sentando las bases de la consolidación del Estado, en medio de una lógica política de expansión y afianzamiento territoriales, cuyo culmen alcanzará, ya en la siguiente centuria, Suintila; y el VII, en el que se ventila, con distintas alternativas, el choque entre el poder nobiliario -cada día mas decidido a hacer prevalecer sus intereses particularistas- y la Corona, cuya fuerza, lograda sobre todo con Leovigildo, se ve permanentemente amenazada, debilitada y cuestionada, en claro detrimento de los ideales unificadores y de la propia seguridad estatal.

Parte de este proceso disgregador que va a ser la tónica del siglo VII, de esta nueva crisis, crisis no precisamente de crecimiento, sino, por el contrario, de paulatino deterioro, se empieza a dibujar ya en pleno mandato de Recaredo. La escalada de la nobleza, asegura García de Cortázar, se evidencia "a partir del momento en que el acercamiento progresivo entre godos e hispanorromanos, el debilitamiento del esfuerzo militar bizantino con su paralela pérdida de influencia en el sur peninsular, y la independencia de la Iglesia católica española respecto a la política religiosa imperial faciliten la distensión de la actitud nacionalista -germánica y arriana- de los godos, evidente todavía en Leovigildo."



La problemática general del siglo VII








La crisis del siglo VII, siguiendo con las tesis defendidas por el profesor García de Cortázar, puede dividirse en dos períodos bien diferenciados, aunque, en realidad, ambos forman parte de un continuum definido por la misma nota característica, es decir, por la lucha entre monarquía y nobleza:

De 601 a 681, fase durante la cual se produce la escalada de la nobleza territorial en orden a conquistar el control del Reino.

De 681 a 711, lapso en que la nobleza intenta feudalizar el Estado.

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2.-

Se trata, como es fácil advertir y aunque resulte reiterativo, de dos etapas sucesivas de un mismo y único proceso, el que constituye el asalto a la ciudadela del Estado. Su consecución hace preciso debilitar la estructura de la monarquía, cuya resistencia, en cualquier caso, es ostensible con Chindasvinto, primero, y con Wamba, después… El triunfo final, el de la nobleza, supondrá la ruina del Estado mismo, que quedará sin vértebras, sin fuerza, sin aliento apenas para proseguir un destino en exceso difícil dentro de aquel contexto tan enrarecido.

La culminación de dicho proceso se va advirtiendo progresivamente a través de los distintos síntomas que esbozan una sociedad en vías de feudalizacion. Para García de Cortazar estos son quizá los más relevantes:

Tendencia a una economía natural cuya base reside en grandes propiedades autosuficientes.

Degradación paulatina del antiguo sistema de poder que favorece la confusión entre autoridad y propiedad, convirtiéndose, de esta suerte, los altos cargos en propietarios de los territorios administrados.

Confusión, asimismo progresiva, entre las funciones militares y fiscales, de un lado, y públicas y privadas, de otro.

Creciente disminución de los bienes de la Hacienda publica.

Desintegración final y fatal del poder central en manos de la nobleza..


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Triente de Liuva II / Sevilla / 601-603

Dentro de toda esta fenomenología, nada difícil de aislar del discurso que traza la sucesión al Trono, destaca con una relevancia extraordinaria el papel ejercido por la jerarquía eclesiástica. En efecto, la misma Iglesia que sirve como apoyo a Recaredo para, en principio, consolidar la Monarquía hispanogoda en el III Concilio toledano, acaba sancionando, o sea, cimentando, años después, el creciente poder de la nobleza, convirtiéndose casi en interesada aliada suya mediante la legitimación del particularismo disgregador que esta representa.


Todo ello, una vez más, nos obliga a pensar en la precariedad del Estado visigótico, frágil y quebradizo edificio, cuyos soportes carecían de la necesaria solidez. El proceso de feudalización no es, de este modo, fruto del azar ni de la casualidad, sino producto de la incapacidad manifiesta de la Corona para salvar los escollos promovidos por una nobleza sólo adormecida, pero dispuesta, a la menor ocasión, a plantar batalla en defensa de sus intereses de clase.

El choque entre las dos estructuras de poder se opera prácticamente de espaldas a la mayoría de la población. Ésta, que asiste en principio en calidad de mera espectadora a la contienda, no quedará, al final, al margen de las consecuencias que acarreará dicha pugna. No en vano, el triunfo de la nobleza modificará sustancialmente el modelo social y, por tanto, las interacciones de status tipificadas como normales. De este modo, pues, antes de que se materialice la feudalización del Estado se advierte una feudalización del conjunto de la sociedad, siendo el primero de los fenómenos aludidos, en cualquier caso y como ya iremos viendo en próximas entregas, reflejo y no causa del segundo.

miércoles, 5 de enero de 2011

Navidad 2010 (- 2011) (V) / Los Magos


Miércoles, 5 de enero de 2011
Epifanía del Señor / Iglesia de Santa María de Tahull / Església de Santa Maria de Taüll / Románico pleno / 1123 / Tahull / Taüll / Lérida / Lleida
...............................................................................Ábside /.Románico pleno./ 1123 / Tahull / Taüll./.Lérida / Lleida




Auto de los Reyes Magos

Escena II



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Caspar a Balthasar




Balthasar




Caspar


Melchior a los otros dos




Caspar



Melchior



Balthasar







Caspar y Melchior


¿Dios vos salve, senior? ¿Sodes vos strelero?
Dezidme la verdad, de vós sabelo quiro.
(¿Vedes tal maravilla?)
(Nacida) es una strela.

Nacido es el Criador,
que de las gentes es senior;
iré, lo aoraré.

Yo otrosí rogar lo he.

Seniores, ¿a cuál tirra, ó queredes andar?
¿Queredes ir conmigo al Criador rogar?
¿Avedes lo veído? Yo lo vo aorar.

Nós imos otrosí, si l' podremos falar.
Andemos tras el strela, veremos el logar.

¿Cúmo podremos provar si es home mortal,
o si es rey de terra o si celestrial?

¿Queredes bine saber cúmo lo sabremos?
Oro, mira i acenso a él ofreceremos;
si fure rey de terra, el oro querá;
si fure omne mortal, la mira tomará;
si rey celestrial, estos dos dexará,
tomará el encenso que l' pertenecerá.

Andemos y así lo fagamos.


Auto de los Reyes Magos / Escena II / Toledo / Siglo XII
Biblioteca Nacional de España / Madrid

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Niñas y niños de todas las edades que por aquí pasáis, ¿habéis sido aceptablemente buenos durante el pasado año? Eso espero... En cualquier caso..., por si acaso..., esta noche todos a la cama pronto: Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente, siempre tan indulgentes y generosos, están a punto de hacernos una visita... (^^,)

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* Las pinturas murales originales se conservan en el Museo Nacional de Arte de Cataluña / Museu Nacional d'Art de Catalunya


HOY SUENA

Mateo Flecha el Viejo / Siglo XVI / Renacimiento

Dindirindín

Capella Reial de Catalunya


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