Óleo sobre lienzo / 79,5 x 190,4 cm. .
Herederos_ de. Jacqueline_ Picasso. .
Se trata de la libertad
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No hay nada más cansino que discutir sobre lo evidente. El debate de la fiesta de toros en Cataluña no es un nuevo episodio de la vieja polémica —tan española, por otra parte— de taurinos y antitaurinos sino una vuelta de tuerca del impulso soberanista en el marco de un recorte de libertades. Se trata de un intento de desespañolización simbólica, una maniobra de independentismo virtual, un puyazo a la identidad común, como dice Boadella. Es un pulso político mal disfrazado de buenismo ecologista. La demanda abolicionista ha prosperado hasta el final por el inequívoco carácter de seña cultural española que tiene la lidia en el imaginario colectivo; lo que hoy se va a votar en el Parlamento catalán no es la simple prohibición de un espectáculo más o menos discutido sino la amputación política y social de un rasgo de la identidad de España. Y a ese objetivo han supeditado sus promotores la última ratio de la libertad individual de los ciudadanos.
Para forzar ese simulacro de emancipación identitaria, ante el que el Partido Socialista no ha tenido el coraje de plantarse, la nomenclatura política catalana ha permitido un ensayo prohibicionista que intenta prevalecer sobre el albedrío personal. La absurda prioridad de esa clase dirigente desquiciada por sus obsesiones impone una agenda liberticida para eliminar la presencia de un rito universalmente asociado a la cultura española. Para ello se pretende pasar por encima del arraigo popular de la fiesta, de su acervo histórico, de su tradición artística y de su valor económico, y sobre todo laminar la autonomía personal y la capacidad de decisión de cientos de miles de aficionados catalanes.
No me gustan los toros. A lo largo de medio siglo de vida en una tierra tan taurina como Andalucía no habré asistido a más de ocho o diez corridas, y ninguna de ellas ha logrado conmoverme ni provocarme una emoción estética o espiritual relevante. Me aburro. Admiro el valor de los toreros, aprecio la belleza del ceremonial, sus ricos matices sensoriales y su compleja encarnadura expresiva, pero como espectáculo me parece premioso, largo, incómodo y discontinuo. Sospecho que una amplia porción de compatriotas participa de un criterio similar, poco o nada entusiasta de la fiesta, pero a ninguno se nos ha pasado por la cabeza prohibirla, ni limitar a los demás el derecho a disfrutarla, ni despreciar su valor cultural y sociológico, ni mucho menos imponer su desaparición en nombre de ningún fundamentalismo ideológico o moral. Por eso lo último que podíamos imaginar era que nos íbamos a ver obligados a defenderla como reducto simbólico de una libertad amenazada. Porque lo que está en juego no es la libertad parcial de ir o de no ir a los toros, ni siquiera la de sentirse español en Cataluña; se trata de una libertad única y esencial que no se puede dividir en pedazos ni administrar en nombre de ningún designio.
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Llanto por Ignacio Sánchez Mejías / La cogida y muerte / Federico García Lorca / 1935
A las cinco de la tarde.
Eran las cinco en punto de la tarde.
Un niño trajo la blanca sábana
a las cinco de la tarde.
Una espuerta de cal ya prevenida
a las cinco de la tarde.
Lo demás era muerte y sólo muerte
a las cinco de la tarde.
El viento se llevó los algodones
a las cinco de la tarde.
Y el óxido sembró cristal y níquel
a las cinco de la tarde.
Ya luchan la paloma y el leopardo
a las cinco de la tarde.
Y un muslo con un asta desolada
a las cinco de la tarde.
Comenzaron los sones del bordón
a las cinco de la tarde.
Las campanas de arsénico y el humo
a las cinco de la tarde.
En las esquinas grupos de silencio
a las cinco de la tarde.
¡Y el toro, solo corazón arriba!
a las cinco de la tarde.
Cuando el sudor de nieve fue llegando
a las cinco de la tarde,
Eran las cinco en punto de la tarde.
Un niño trajo la blanca sábana
a las cinco de la tarde.
Una espuerta de cal ya prevenida
a las cinco de la tarde.
Lo demás era muerte y sólo muerte
a las cinco de la tarde.
El viento se llevó los algodones
a las cinco de la tarde.
Y el óxido sembró cristal y níquel
a las cinco de la tarde.
Ya luchan la paloma y el leopardo
a las cinco de la tarde.
Y un muslo con un asta desolada
a las cinco de la tarde.
Comenzaron los sones del bordón
a las cinco de la tarde.
Las campanas de arsénico y el humo
a las cinco de la tarde.
En las esquinas grupos de silencio
a las cinco de la tarde.
¡Y el toro, solo corazón arriba!
a las cinco de la tarde.
Cuando el sudor de nieve fue llegando
a las cinco de la tarde,
cuando la plaza se cubrió de yodo
a las cinco de la tarde,
la muerte puso huevos en la herida
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
A las cinco en punto de la tarde.
Un ataúd con ruedas es la cama
a las cinco de la tarde.
Huesos y flautas suenan en su oído
a las cinco de la tarde.
El toro ya mugía por su frente
a las cinco de la tarde.
El cuarto se irisaba de agonía
a las cinco de la tarde.
A lo lejos ya viene la gangrena
a las cinco de la tarde.
Trompa de lirio por las verdes ingles
a las cinco de la tarde.
Las heridas quemaban como soles
a las cinco de la tarde,
y el gentío rompía las ventanas
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
¡Ay qué terribles cinco de la tarde!
¡Eran las cinco en todos los relojes!
¡Eran las cinco en sombra de la tarde!
a las cinco de la tarde,
la muerte puso huevos en la herida
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
A las cinco en punto de la tarde.
Un ataúd con ruedas es la cama
a las cinco de la tarde.
Huesos y flautas suenan en su oído
a las cinco de la tarde.
El toro ya mugía por su frente
a las cinco de la tarde.
El cuarto se irisaba de agonía
a las cinco de la tarde.
A lo lejos ya viene la gangrena
a las cinco de la tarde.
Trompa de lirio por las verdes ingles
a las cinco de la tarde.
Las heridas quemaban como soles
a las cinco de la tarde,
y el gentío rompía las ventanas
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
¡Ay qué terribles cinco de la tarde!
¡Eran las cinco en todos los relojes!
¡Eran las cinco en sombra de la tarde!
Llanto por Ignacio Sánchez Mejías / La cogida y muerte / Federico García Lorca / 1935
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................... Enrique Grandos / 1892-1900..................................................... .Inicio
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2 comentarios :
La razón inmoral que impulsa a unos a cuestionar la moralidad de las conductas de otros.
Hoy más que nunca se comprueba la mala pedagogía de la Constitución visto el cacao mental de la clase política.
Cuando no se tiene disposición, tanto por parte de los gobernantes, como de los gobernados: ni leyes, ni tribunales, ni constituciones...
En fin, por desgracia, esto es lo que hay...
Que tenga una muy feliz velada, don Andrés
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