Viernes, 12 de noviembre de 2010
LA REALPOLITIK, ESA NÁUSEA | Carlos Herrera |
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La Realpolitik puede obligar a un gobierno a hacer cosas que, teóricamente, le repugnan, con tal de no perjudicar los intereses nacionales. Esa es la única razón por la que puede entenderse la posición meliflua y timorata del Gobierno de España en relación a los sucesos de El Aaiún, donde, como todos sabemos, las fuerzas militares marroquíes han entrado a saco al efecto de arrasar las reivindicaciones saharauis sobre su territorio y sus precarias condiciones de vida. ¿Qué es la Realpolitik?: un término acuñado a tenor de las políticas del alemán Metternich que viene a significar la primacía del interés práctico sobre la ética. Es la primacía de la política profesional sobre la ideológica. Así, antes que desarrollar los principios elementales sobre los que basa su ejecutoria cualquier gobierno con principios, la política exterior deberá verse primada por eso tan vaporoso —pero tan visualizable— como son los «intereses nacionales». Y ¿cuáles son los intereses nacionales en el caso del antiguo Sáhara Español? Gran pregunta.
Cuando Nixon, de la mano de Kissinger, abrió su capa y visitó la China de Mao, inauguró sin saberlo un camino que décadas después siguieron todas las potencias occidentales una vez la antigua y vetusta China Popular se transformó en un gigante industrial. Hoy no hay país —recientemente Francia y Gran Bretaña— que no elaboren estrategias de amistad y negocio con el gigante chino a las que no sacarle partido, dándole igual a cada uno de ellos la violación de derechos humanos o la represión política que se practiquen en esos territorios. Los intereses de Sarkozy y de Cameron pasan por equilibrar las balanzas exteriores con los chinos y si han de comerse la boca con los dueños del cortijo mandarín, lo harán. De hecho, lo acaban de hacer. Nosotros nos jugamos en el escenario marroquí no pocos aspectos de nuestra estabilidad. Si la pandilla de golfos que gobierna el país vecino decide hacernos la vida imposible, estaremos abocados a transitar por pequeños grandes gólgotas de los que será difícil salir. Si Marruecos abre la mano e impulsa la salida de pateras de su costa con destino a las nuestras nos veremos sorprendidos con el triple de inmigrantes ilegales a los que repatriar de la mejor manera. Si Marruecos decide presionar indecentemente Ceuta y Melilla deberemos emplear a fondo nuestras fuerzas defensivas para proteger dos plazas de soberanía española. Si Marruecos decide hacer la vida imposible a nuestros pesqueros nos encontraremos con un problema de aúpa en un sector estratégico de nuestra economía en el sur peninsular. Y si Marruecos se relaja en la vigilancia y control de las redes terroristas ligadas al islamismo radical de Al Qaeda no es necesario que les recuerde qué puede pasarnos. El precio es el Sáhara, factor de unidad clave para la política del Sultancito y sus trincones. El precio es mirar para otro lado. El precio es no abrir la boca. El precio es dar por perdidos los principios que alumbraron los españoles que vieron descolonizar a la fuerza y a toda prisa un territorio que era provincia española. El precio es dejar desasistidos a unos saharahuis que acabaron dándose cuenta de que sus enemigos no eran los españoles que se iban, sino los marroquíes que llegaban.
¿Qué haría usted si fuese presidente de Gobierno? Puede incendiarse de ira como cuando los israelíes atacan campamentos palestinos o puede silbar y mirar a Seúl y dar por perdidas algunas altas miras históricas con tal de que no le ensucien el patio de casa. Eso último es la Realpolitik. Un asco, pero es así.
Cuando Nixon, de la mano de Kissinger, abrió su capa y visitó la China de Mao, inauguró sin saberlo un camino que décadas después siguieron todas las potencias occidentales una vez la antigua y vetusta China Popular se transformó en un gigante industrial. Hoy no hay país —recientemente Francia y Gran Bretaña— que no elaboren estrategias de amistad y negocio con el gigante chino a las que no sacarle partido, dándole igual a cada uno de ellos la violación de derechos humanos o la represión política que se practiquen en esos territorios. Los intereses de Sarkozy y de Cameron pasan por equilibrar las balanzas exteriores con los chinos y si han de comerse la boca con los dueños del cortijo mandarín, lo harán. De hecho, lo acaban de hacer. Nosotros nos jugamos en el escenario marroquí no pocos aspectos de nuestra estabilidad. Si la pandilla de golfos que gobierna el país vecino decide hacernos la vida imposible, estaremos abocados a transitar por pequeños grandes gólgotas de los que será difícil salir. Si Marruecos abre la mano e impulsa la salida de pateras de su costa con destino a las nuestras nos veremos sorprendidos con el triple de inmigrantes ilegales a los que repatriar de la mejor manera. Si Marruecos decide presionar indecentemente Ceuta y Melilla deberemos emplear a fondo nuestras fuerzas defensivas para proteger dos plazas de soberanía española. Si Marruecos decide hacer la vida imposible a nuestros pesqueros nos encontraremos con un problema de aúpa en un sector estratégico de nuestra economía en el sur peninsular. Y si Marruecos se relaja en la vigilancia y control de las redes terroristas ligadas al islamismo radical de Al Qaeda no es necesario que les recuerde qué puede pasarnos. El precio es el Sáhara, factor de unidad clave para la política del Sultancito y sus trincones. El precio es mirar para otro lado. El precio es no abrir la boca. El precio es dar por perdidos los principios que alumbraron los españoles que vieron descolonizar a la fuerza y a toda prisa un territorio que era provincia española. El precio es dejar desasistidos a unos saharahuis que acabaron dándose cuenta de que sus enemigos no eran los españoles que se iban, sino los marroquíes que llegaban.
¿Qué haría usted si fuese presidente de Gobierno? Puede incendiarse de ira como cuando los israelíes atacan campamentos palestinos o puede silbar y mirar a Seúl y dar por perdidas algunas altas miras históricas con tal de que no le ensucien el patio de casa. Eso último es la Realpolitik. Un asco, pero es así.
EL Aaiún, capital del Sáhara | 8 de noviembre de 2010 |
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3 comentarios :
Brillantes y comprometidas estas entradas sobre el pueblo saharaui, donde me posiciono a favor de su libertad y contra las arbitrarias medidas tomadas por el gobierno marroquí. Muy bueno el artículo de Carlos Herrera en ABC. Un placer pasarse por aquí. Buen fin de semana, Jose.
Es un gusto encontrarse aún rinconcitos como el tuyo en el que siempre prevalece el buen sentido y el apoyo a las causas justas. Es un gusto y una rareza en esta época que nos toca tan llena de palabras vacías.
Por eso siempre que encuentro un hueco me paso por aquí, para comprender mejor nuestro pasado y ver a través de tus ojos (y de los artículos que tan bien seleccionas) lo que nos ocurre alrededor. Que sigues siendo mi corresponsal favorito de ABC, no se te olvide. ;D
En fin, un besazo enoooormeeeeee
sevillano reguapo!!!!
Muackssss!!!!!
En realidad es una situación muy triste. En todas estas situaciones siempre son los pequeños los mas afectados.
Saludos para ti.
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