Jueves, 4 de noviembre de 2010
RECAREDO | Significación y últimos años del reinado |
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Las mores, los usos colectivos, sufren, a partir del 589, una trascendental mutación, dando lugar a la práctica desaparición de los hábitos ancestrales que los godos habían acumulado y conservado desde los épicos tiempos en que cruzaron Europa en busca de un lugar en el que echar raíces. En este sentido, la investigación arqueológica ha puesto de relieve, por ejemplo, como desde el reinado de Recaredo se extingue el uso de la antigua indumentaria goda, que es sustituida por la hispanorromana; o que la corte sufre un proceso de transformación externa absolutamente radical, tanto en cuanto a la pompa, como al ceremonial y los usos cortesanos en sí, evolución generalizada y sin vuelta atrás que va calando paulatinamente en todas las capas de la población de origen germánico.
Prácticamente, a partir de entonces puede decirse que en Hispania comienza a habitar un solo pueblo: tal es el gran paso adelante -o atrás, según se quiera mirar- que el reinado de Recaredo supone, legado que, a pesar de los esfuerzos por diluirlo desplegados por algún monarca posterior -como Witerico-, tiene perfiles de irreversible.
La dirección del proceso de fusión no es, tal y como a menudo se nos ha hecho creer, desde los godos hacia los romanos, sino al contrario, desde los romanos hacia los godos. Ortega, por ejemplo, olvida de una manera excesivamente simplista el factor hispanorromano en su diagnóstico del período en "La España invertebrada":
Los germanos conquistadores no se funden con los autóctonos vencidos, en un mismo plano, horizontalmente, sino verticalmente. Podrán recibir influjos del vencido, como los recibieron de la disciplina romana; pero en lo esencial son ellos quienes imponen su estilo social a la masa sometida; son el poder plasmante y organizador; son la forma, mientras los autóctonos son la materia. Son el ingrediente decisivo; son los que deciden.
La romanización supera la germanización, aunque esta última estuviera presente desde años atrás por mor de la decadencia imperial. En este sentido afirma Vicens Vives:
Los teóricos dominados fueron los que gracias a su superior coherencia social, su efectiva fuerza económica y su concreto acervo cultural, dibujaron los trazos más característicos de la organización y la civilización del pueblo dominador, pequeña minoría, dispersa en un mar de varios millones de hispanos…
La conquista de la catolicidad no es, por decirlo de algún modo, de hecho, sino un elemento más de la romanización a que se ve sometido el Estado hispanogodo.
Con todo, la división, ya señalada con anterioridad, entre poder rector y poder inspector -en principio nítida, luego cada vez más borrosa- parece definitiva como explicación del tono que vertebra la fusión de ambos pueblos. Recaredo fue, en ese sentido, un monarca sumamente lúcido. No despojó a los godos de apenas ninguna de las opciones políticas que siempre mantuvieron, pero les rebajó su capacidad de maniobra, colocándoles un mecanismo de control organizacional hispanorromano que, automáticamente, les regulaba: la superestructura eclesiástica y, desde ella, el aparato burocrático. Así sentó las bases para la existencia de una sola nacionalidad sobre el territorio, fenómeno, sin duda, de importancia decisiva.
Panorámica del Paseo de Recaredo de Toledo desde la Vega Baja / El monumento del rey visigodo que presta su nombre a estos jardínes, casi inapreciable desde esta distancia, se asoma desde, aproximadamente, el centro de la fotografía, así como la Puerta del Cambrón, que ya vimos en su día, que lo hace por la derecha de la misma.
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La conversión al catolicismo no sólo supuso -como ya se ha ido indicando de un modo disperso a lo largo de las últimas entradas- la unificación religiosa del Reino y, en consecuencia, su consolidación institucional. Late bajo ese cambio un hecho de decisiva importancia: la romanización radical que, a partir de entonces, se opera en todos los ámbitos de la vida cotidiana del Estado hispanogodo.
Las mores, los usos colectivos, sufren, a partir del 589, una trascendental mutación, dando lugar a la práctica desaparición de los hábitos ancestrales que los godos habían acumulado y conservado desde los épicos tiempos en que cruzaron Europa en busca de un lugar en el que echar raíces. En este sentido, la investigación arqueológica ha puesto de relieve, por ejemplo, como desde el reinado de Recaredo se extingue el uso de la antigua indumentaria goda, que es sustituida por la hispanorromana; o que la corte sufre un proceso de transformación externa absolutamente radical, tanto en cuanto a la pompa, como al ceremonial y los usos cortesanos en sí, evolución generalizada y sin vuelta atrás que va calando paulatinamente en todas las capas de la población de origen germánico.
Prácticamente, a partir de entonces puede decirse que en Hispania comienza a habitar un solo pueblo: tal es el gran paso adelante -o atrás, según se quiera mirar- que el reinado de Recaredo supone, legado que, a pesar de los esfuerzos por diluirlo desplegados por algún monarca posterior -como Witerico-, tiene perfiles de irreversible.
La dirección del proceso de fusión no es, tal y como a menudo se nos ha hecho creer, desde los godos hacia los romanos, sino al contrario, desde los romanos hacia los godos. Ortega, por ejemplo, olvida de una manera excesivamente simplista el factor hispanorromano en su diagnóstico del período en "La España invertebrada":
Los germanos conquistadores no se funden con los autóctonos vencidos, en un mismo plano, horizontalmente, sino verticalmente. Podrán recibir influjos del vencido, como los recibieron de la disciplina romana; pero en lo esencial son ellos quienes imponen su estilo social a la masa sometida; son el poder plasmante y organizador; son la forma, mientras los autóctonos son la materia. Son el ingrediente decisivo; son los que deciden.
La romanización supera la germanización, aunque esta última estuviera presente desde años atrás por mor de la decadencia imperial. En este sentido afirma Vicens Vives:
Los teóricos dominados fueron los que gracias a su superior coherencia social, su efectiva fuerza económica y su concreto acervo cultural, dibujaron los trazos más característicos de la organización y la civilización del pueblo dominador, pequeña minoría, dispersa en un mar de varios millones de hispanos…
La conquista de la catolicidad no es, por decirlo de algún modo, de hecho, sino un elemento más de la romanización a que se ve sometido el Estado hispanogodo.
Con todo, la división, ya señalada con anterioridad, entre poder rector y poder inspector -en principio nítida, luego cada vez más borrosa- parece definitiva como explicación del tono que vertebra la fusión de ambos pueblos. Recaredo fue, en ese sentido, un monarca sumamente lúcido. No despojó a los godos de apenas ninguna de las opciones políticas que siempre mantuvieron, pero les rebajó su capacidad de maniobra, colocándoles un mecanismo de control organizacional hispanorromano que, automáticamente, les regulaba: la superestructura eclesiástica y, desde ella, el aparato burocrático. Así sentó las bases para la existencia de una sola nacionalidad sobre el territorio, fenómeno, sin duda, de importancia decisiva.
Panorámica del Paseo de Recaredo de Toledo desde la Vega Baja / El monumento del rey visigodo que presta su nombre a estos jardínes, casi inapreciable desde esta distancia, se asoma desde, aproximadamente, el centro de la fotografía, así como la Puerta del Cambrón, que ya vimos en su día, que lo hace por la derecha de la misma.
Las postrimerías del reinado |
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La última década del reinado de Recaredo se vio sonreída, a diferencia del primer lustro, por una ostensible paz interior. No se conoce, desde la revuelta de Argimundo, ningún nuevo intento por destronar a Recaredo; tampoco se tienen noticias acerca de luchas fronterizas con la provincia bizantina ni, por último, de escaramuzas significativas en el siempre conflictivo limes vasco-cantábrico.
Se tiene constancia, por el contrario, del celo de Recaredo en relación a los asuntos eclesiásticos y su constante preocupación por mantener viva la pureza de las costumbres tanto entre el clero como entre los laicos; así como que en cuanto a la política antijudía -heredada de la legislación de Alarico y refrendada, como ya vimos en anteriores entradas, en el III Concilio de Toledo-, ésta prosiguió de forma ininterrumpida, como lo atestiguan los datos que se poseen relativos a los distintos sínodos provinciales celebrados entre el 590 y el 601.
Pocos monarcas obtuvieron juicios tan favorables de los cronistas, e incluso del propio Papa. Y ello es lógico por cuanto, conviene no olvidarlo, las crónicas de la España goda, -concretamente, de la España de Recaredo, el monarca que dio el gran paso adelante de fusionar los dos elementos demográficos esenciales del territorio hispano sobre la base del Credo de Nicea, esto es, sobre la base del concilio que convocara el emperador Constantino en 325, el primero de los ecuménicos y aquel en que se condenó a Arrio y se reafirmó la consustancialidad del Hijo y el Padre-, las de San Gregorio de Tours, San Isidoro de Sevilla, Juan de Bíclara, o la Vida de los obispos emeritenses, etc., están escritas por católicos.
En 590, Recaredo escribe al Papa:
Tres años se pasaron sin cumplir su deseo, a causa de los negocios del Reino.
A lo que responde San Gregorio el Grande en una misiva harto elogiosa para con su gestión en pro de la Iglesia católica:
Tres años se pasaron sin cumplir su deseo, a causa de los negocios del Reino.
A lo que responde San Gregorio el Grande en una misiva harto elogiosa para con su gestión en pro de la Iglesia católica:
¿Que diré yo en el tremendo día al Juez Supremo, cuando me presente con las manos vacías y tú aparezcas conduciendo toda una grey de fieles que por ti han alcanzado la verdadera fe?
Por su parte, San Isidoro de Sevilla no puede por menos que elogiar con palabras encendidas a Recaredo:
Era de un natural amable, pacifico y bondadoso, y tal el imperio de su dulzura sobre los corazones, que sus mismos enemigos no podían resistir al atractivo que les arrastraba hacia él; liberal hasta el extremo, restituyó a sus propietarios los bienes que les había confiscado su padre. Sus riquezas eran de los pobres tanto como suyas, porque sabía que no había recibido el poder sino para hacer buen uso de él y para merecer un fin dichoso por medio de las buenas obras.
1.- Trazada por Alonso de Covarrubias, se localiza en el extremo norte del Paseo de Recaredo de
1.- la ciudad de Toledo.
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1.- Trazada por Alonso de Covarrubias, se localiza en el extremo norte del Paseo de Recaredo de
1.- la ciudad de Toledo.
HOY SUENA | Wolfgang Amadeus Mozart / 1779 |
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