AMÉRICA | La fuerza de los mitos |
Su descubrimiento por los occidentales y la conquista y posterior reestructuración religiosa, política y económica del continente americano bajo la forma virreinal implicó un cambio decisivo no sólo para América, sino para Europa y, en última instancia, el mundo en general. Piénsese en que, por primera vez, quedaban demostradas ideas, como el carácter esférico de la Tierra, que podían haber sido consideradas totalmente erróneas pocos años antes. Se transformó el mundo y se transformó también la manera de conocerlo y ordenarlo.
La Virgen de Guadalupe, Reina de la Hispanidad y Patrona de Extremadura, es asimismo considerada Patrona de la Evangelización del Nuevo Mundo, pues, no en vano, Colón se encomendó a ella en su primer viaje. Tras su regreso a la Peninsula se dirigió al Real Monasterio de Guadalupe, donde fueron bautizados los indígenas que le acompañaron, para agradecer su protección a la Virgen. Durante siglos -desde la Batalla del Salado (1340) hasta la de Lepanto (1571)- a la Virgen de Guadalupe se le atribuyeron milagros relacionados con la liberación de cristianos cautivos por los musulmanes y se invocaba su protección en los enfrentamientos bélicos contra los mismos, convirtiéndose su santuario en el más visitado por los peregrinos europeos del Siglo de Oro. |
Como algunas otras imágenes de la Virgen, la talla guadalupense se atribuyó en principio a la gubia del mismísimo San Lucas. La tradición, por su parte, sostuvo que en el siglo VI el Papa San Gregorio Magno regaló la imagen, de supuesta factura bizantina, a San Leandro de Sevilla, siendo escondida en la sierra de Guadalupe al producirse la invasión musulmana de la Península. En 1975, don José Hernández Díaz, catedrático emérito de Arte y de Iconografía de la Universidad de Sevilla situó su hechura, de autor desconocido, «en las postrimerías del siglo XII, en pleno período protogótico», opinión que ha prevalecido entre los historiadores. |
Los conquistadores y su entorno difundieron mitos como la existencia de hombres con cabeza de perro o de mujeres guerreras como las amazonas clásicas. Tomaron elementos de la novela de caballerías para buscar en La Florida la fuente de la eterna juventud o situar un reino mítico en California o los territorios del Noroeste. Todo ello era falso; pero no lo eran plantas extrañas y maravillosas que cambiaron la vida occidental, como el tabaco, la papa, el tomate y tantas otras. La historia no puede rescribirse, si se quiere ser veraz, y no puede desvivirse, si se quiere ser auténtico. No se cambia con leyes, hay que estudiarla, sencillamente.
Hoy está demostrado que la política lingüística americana de la Casa de Austria fue la de tolerancia lingüística y uso para la evangelización de las lenguas amerindias. Cuando llegó la independencia, el porcentaje de hablantes de español en las Indias no llegaba al 30 por ciento. Con el ideal de la Ilustración, una lengua y una educación, los revolucionarios liberales impusieron una lengua común, la española, y realizaron en pocos años un proceso a veces completo de eliminación de lenguas indígenas. Otras, como siempre ocurre, habían desaparecido en el proceso histórico de las sucesivas conquistas e imperios, indios y españoles. Si se quiere hablar de «genocidio cultural» hay que dar su parte, grande, al período independiente. Ya se dijo al principio que doscientos años dan para mucho. No en vano la mayoría de los indígenas habían permanecido fieles a la Corona, que protegía por las Leyes de Indias sus tierras comunales. Los araucanos de Chile, nos dice Lucena Giraldo, propusieron en 1813 «formar para la defensa del Rey una muralla de guerreros en cuyos fuertes pechos se embotarían las armas de los revolucionarios». A partir de 1820, las tropas de Bolívar encontraron la mayor resistencia entre los nativos del sur de Colombia y Ecuador. Son hechos.
Hablar de los excesos de una conquista y un cambio total de sistema y rasgarse las vestiduras es tan inútil como si los españoles de hoy se presentasen ante el Parlamento italiano para pedirle cuentas de las crueldades romanas y la destrucción de las culturas celta, ibérica o tartesia. Sería ridículo. Así, resulta sorprendente para los españoles el interés obsesivo de muchos americanos por degradar a los que, en último término, son los antepasados de los americanos actuales, los suyos, y no de los europeos. La conquista fue realizada por gentes con vocación de permanencia, que rehicieron sus vidas en los nuevos territorios. Los de ida y vuelta no pasaron de algunos funcionarios y eclesiásticos, que incluso volvían a España para regresar a las Indias a la primera oportunidad. Los marinos, por supuesto, no pertenecían a la crema de la sociedad; pero, a diferencia de Australia, América no se pobló con presidiarios y carne de horca. Los aspirantes pertenecían a clases muy diversas y muchos triunfaron en otras latitudes. El caso más llamativo es el de Miguel de Cervantes, el autor del Quijote, que pretendió repetidas veces venir a América, sin que le fuera concedido nunca el permiso. Si se lo hubieran dado, el ingenioso hidalgo manchego hubiera visto la luz en México, Colombia o el Perú, con lo que ello implica, o, quizás, no se hubiera escrito.
Además, suponer que esas cantidades, pequeñas hoy, pero significativas en la economía de entonces, sirvieron exclusivamente a intereses europeos es otra idea sin fundamento. España reinvirtió en América muy buena parte del tesoro americano: se crearon ciudades, muchas completamente nuevas, se mantuvo a arquitectos, técnicos, científicos y artistas, se fundaron imprentas y universidades y se importaron bibliotecas, además de ropas, instrumentos y otros objetos necesarios. Se dotó a América de una infraestructura moderna, con obra civil importantísima en la historia y se cambió totalmente el significado universal, global, del continente completo. Eso es lo que hay que festejar el 12 de octubre.
América: la fuerza de los mitos / Francisco A. Marcos Marín, miembro de la Academia Norteamericana de la Lengua Española y de la Academia Argentina de las Letras, y profesor de Lengua Española en la Universidad de Texas en San Antonio / La Tercera de ABC / Martes, 12.X.10
CONQUISTA Y COLONIZACIÓN DEL NUEVO MUNDO | Armando de Armas |
1.- Ampliado sucesivamente siguiendo las pautas del Renacimiento, el Barroco, y el Neoclasicismo
2.- En este lugar depositó Miguel de Cervantes como exvoto los grilletes que había portado durante su cautiverio en Argel
HOY SUENA | Atribuída a Hernando Franco / Nueva España / Siglo XVI |
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