Bronce, oro, piedras preciosas, sepiolita y vidrio ......
Mérida / Badajoz / Siglo VI d.C.......
The Walters Art Museum / Baltimore ......
La epopeya visigodaMérida / Badajoz / Siglo VI d.C.......
The Walters Art Museum / Baltimore ......
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Contiene también este mar inmenso por el lado de la Osa, es decir, al Septentrión, una gran isla, llamada Scanzia, de la que tendremos que hablar, con el auxilio del Señor, porque del seno de esta isla salió como un enjambre de abejas para hacer irrupción en la tierra de Europa, la nación cuyo origen tanto deseas conocer. Cómo y por qué sucedió esto, lo explicaremos si el Señor nos asiste.
Supónese que los godos con su rey, llamado Berig, salieron antiguamente de esta isla Scanzia, recipiente de naciones o vivero de pueblos. En cuanto saltaron de sus naves y tocaron tierra, dieron su nombre al paraje a que acababan de abordar, llamándose todavía hoy, según se dice, Gotiscanzia.
Jordanes / El origen de los godos
El origen de los godos no está del todo claro, entre otras cuestiones, porque las fuentes históricas que nos hablan de ellos no hacen sino suscitar complejos problemas. Las escasas referencias sobre su pasado remoto datan del siglo VI d.C. En la Italia dominada por los ostrogodos, Casiodoro y Jordanes recopilaron entre los pobladores bárbaros una serie testimonios que nos hablan el origen de este pueblo. Según su propia tradición, los godos, de origen escandinavo, habrían pasando pocos años después del comienzo de la era cristiana al norte de la actual Polonia, extremo éste que parece confirmado por la arqueología. En cualquier caso, aparte de estos datos nebulosos, su auténtica historia arranca a finales del siglo I d.C., cuando los historiadores latinos Plinio y Tácito nos hablan de los gutar de la isla de Gotland y los götar de Götaland, al sur de la antigua Suecia. No es improbable, pues, el origen nórdico de los godos, entre otras cosas porque esos dos pueblos de Escandinavia llevan nombres parecidos. Plinio y Tácito conocieron la existencia de ambos, así como el gran prestigio del que gozaron entre los germanos.
Y el nombre y la gloria de quienes tienen una comitiva distinguida por su valor y muchedumbre, no se reduce a su nación, sino que llega a las vecinas; les envían embajadas y presentes y muchas veces deciden la guerra con su sola fama.
Tácito / Los godos / Germania
Supónese que los godos con su rey, llamado Berig, salieron antiguamente de esta isla Scanzia, recipiente de naciones o vivero de pueblos. En cuanto saltaron de sus naves y tocaron tierra, dieron su nombre al paraje a que acababan de abordar, llamándose todavía hoy, según se dice, Gotiscanzia.
Jordanes / El origen de los godos
El origen de los godos no está del todo claro, entre otras cuestiones, porque las fuentes históricas que nos hablan de ellos no hacen sino suscitar complejos problemas. Las escasas referencias sobre su pasado remoto datan del siglo VI d.C. En la Italia dominada por los ostrogodos, Casiodoro y Jordanes recopilaron entre los pobladores bárbaros una serie testimonios que nos hablan el origen de este pueblo. Según su propia tradición, los godos, de origen escandinavo, habrían pasando pocos años después del comienzo de la era cristiana al norte de la actual Polonia, extremo éste que parece confirmado por la arqueología. En cualquier caso, aparte de estos datos nebulosos, su auténtica historia arranca a finales del siglo I d.C., cuando los historiadores latinos Plinio y Tácito nos hablan de los gutar de la isla de Gotland y los götar de Götaland, al sur de la antigua Suecia. No es improbable, pues, el origen nórdico de los godos, entre otras cosas porque esos dos pueblos de Escandinavia llevan nombres parecidos. Plinio y Tácito conocieron la existencia de ambos, así como el gran prestigio del que gozaron entre los germanos.
Y el nombre y la gloria de quienes tienen una comitiva distinguida por su valor y muchedumbre, no se reduce a su nación, sino que llega a las vecinas; les envían embajadas y presentes y muchas veces deciden la guerra con su sola fama.
Tácito / Los godos / Germania
Pasarriendas / Siglos IV-V d.C.
Museo Arqueológico Nacional / Madrid.
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quizá.como simple.motivo decorativo.o.bien.como .....
amuleto .....
A principios del siglo III d.C. estos pueblos emigraron en dirección sur desde la margen derecha del Vístula, de manera que hacia el año 230 d.C. son detectados al noroeste del mar Negro. Los godos se instalaron en un primer momento como refugiados en Tracia, en el ámbito imperial, precisamente en la época en la que surge de una forma clara la división de este pueblo en dos grupos: los ostrogodos, según algunos autores, los godos del este, o también "godos brillantes"; y los visigodos, godos del oeste, o "godos prudentes". Al margen de su denominación, lo que no ofrece ninguna duda es el hecho de que, aunque existiera entre ambos una unidad lingüística y cultural, constituyeron dos entidades políticas distintas.
Después de una serie de incursiones y escaramuzas, en el año 271 el emperador Aureliano cedió a los godos la región de Dacia. En estas circunstancias, asentados a lo largo del Danubio, mantuvieron casi un siglo de relaciones de buena vecindad con Roma, a la que proporcionaban, fundamentalmente, soldados, como ocurría con casi todos los pueblos limítrofes del Imperio.
A principios del siglo IV empezó su cristianización, que fue rápida, de tal manera que al Concilio de Nicea (325) asistió uno de sus arzobispos. Precisamente en dicho concilio se condenó la herejía de Arrio, que consideraba a la segunda Persona de la Santísima Trinidad de naturaleza inferior a la del Padre. Como ya vimos en su día, la vía arriana fue erradicada del Imperio por la enérgica acción del emperador Teodosio en el año 380, pero, por causas no del todo bien conocidas, ésta se apuntó un notable éxito entre los visigodos, quizá por la influencia del obispo arriano Ulfilas, quien conocía muy bien su lengua y culminó, gracias a ello precisamente, el proceso de cristianización de éstos en el año 341. Desde este momento, los visigodos se convertirían en un vehículo para el cristianismo, que se fue extendiendo paulatinamente a todos los pueblos bárbaros, a excepción de los francos, lo que constituirá en el futuro, a partir de la desaparición del Estado romano, un factor de disidencia política de gran trascendencia entre éstos y los visigodos.
Todo hacia prever, en consecuencia, que los visigodos iban a seguir un proceso de estabilización y asentamiento en la zona danubiana que coincide aproximadamente con la actual Rumanía cuando, en el año 376, la presión de los hunos los obligó a pedir asilo a los romanos orientales, que los acogieron en principio como foederati y permitieron su establecimiento en la Moesia -entre el Danubio y los Balcanes-. Poco después, empero, las tensiones con Constantinopla desembocaron en una franca hostilidad, que condujo al enfrentamiento militar en la Batalla de Adrianápolis -378-, donde se impuso la caballería visigoda y el emperador Valente perdió la vida. Teodosio consiguió detener su avance, pero, el mismo año de la muerte de éste -395-, los visigodos cobraron nueva fuerza y, dirigidos por su nuevo jefe, Alarico, amenazaron Constantinopla y devastaron la península Helénica.
Los godos, rehusando el patrocinio de foedus romano, constituyen en asamblea a Alarico en rey suyo, juzgando que era indigno ser súbdito del poder de Roma, de cuyas leyes y compañía se habrían separado vencedores en la batalla...
San Isidoro de Sevilla / Historia de Regibus Gothorum
La diplomacia del emperador oriental Arcadio, consiguió detener a los visigodos, quienes se desviaron entonces hacia las ricas tierras italianas. Pese a los esfuerzos del general Estilicón -magister militum del Imperio de Occidente- en el año 401 Alarico y sus hombres invadieron Italia. Estilicón logró detenerlos en Verona, pero a costa de dejar desguarnecidas las fronteras de la Galia -por donde no tardarían mucho en colarse suevos, vándalos y alanos- a pesar de lo cual no pudo impedir que los visigodos camparan a sus anchas por el norte de Italia.
A pesar de su fuerza militar, el visigodo no deja de ser un ejército errante que va agotando progresivamente sus fuentes de aprovisionamiento, procedentes la mayor parte de as veces de la pura y simple rapiña. Establecidos durante unos diez años al norte de Italia, entre escaramuzas e intentos de pactos con los romanos y después de renunciar al bloqueo de Rávena, protegida por la zona de ciénagas que la rodeaban, el 24 de agosto de 410, Alarico, que fallecería ese mismo año en Cosentia -Cosenza-, entra Roma, la antigua capital del Imperio, que fue saqueada durante tres largas jornadas, hecho que constituyó todo un escándalo a un tiempo tanto para el Imperio, como para el orbe católico, a pesar de que aquél ordenó no incenciar edificios, respetar iglesias -a las que se concedió derecho de asilo-, vidas y el honor de las mujeres.
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Panorámica de Cosenza y de la confluencia de los ríos Crati y Busento desde el Puente de Alarico, cuya denominación anuncia que nos encotramos en el lugar en el que la tradición asegura fueron inhumados los restos mortales de aquel bravo caudillo visigodo
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Desde Roma, los visigodos se desplazan hacia el sur de la península Italiana con la evidente intención de pasar al norte de África, granero imperial y ruta del comercio del oro. La inesperada desaparición de Alarico frustró el plan de atravesar el Mediterráneo, de modo que Ataúlfo, cuñado y sucesor de aquél, vuelve hacia el norte de Italia al frente de su pueblo, al que conduce hasta el sur de la Galia, donde se establece después de tomar Tolosa, en 413. Ataúlfo será el primer monarca visigodo que tomará contacto con la península Ibérica, parte de la cual será escenario de sus correrías y donde precisamente morirá asesinado, hecho que ocurrirá en 415 en Barcelona.
Una grande avenida de diversas naciones fieras y bárbaras que por estos tiempos vinieron y se derramaron por diversas partes de España, declarara la siguiente narración. Los vándalos, los alanos, los suevos y los silingos, mayormente los godos, los cuales, dejados sus antiguos asientos y moradas, después que de Levante a Poniente hinchieron todas las tierras del miedo de su nombre, de sus proezas y de su fama, y con las armas vencedoras pasearon toda la Italia, finalmente pararon en España, y en ella, echadas en parte y en parte sujetas las otras naciones, pusieron y tuvieron por espacio de más de trescientos años la silla de su Imperio. No hay duda sino que todas estas naciones, y otras semejantes en diversos tiempos, bajaron del Septentrión y se derramaron por las provincias del Imperio romano por dos causas. La una fue la gran fecundidad que tenían aquellas gentes en multiplicarse, por el gran calor de los cuerpos; que, además de ser los septentrionales más largos en la comida y en la bebida, se encienden con el extremo frío de aquellas regiones y aire: en especial, antes que recibiesen la religión cristiana y por ella enfrenasen sus apetitos con la ley de un matrimonio, la gente en gran manera se aumentaba. Allegábase a esto la esterilidad de la tierra, por la mayor parte erizada con nieves y con heladas, y falta de muchas casas necesarias al sustento de la vida. Por donde la necesidad de sustentarse forzaba a innumerables enjambres de hombres a pasarse y buscar asiento en tierras templadas y más abundantes. / Juan de Mariana
Ataúlfo
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El Reino de Tolosa .
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Una vez los visigodos se hubieron instalado en la Galia, según nos cuenta una anécdota de Orosio, soñaron al principio con suplantar al estado romano, pero su práctica política demuestra que, de haber existido en algún momento tal intención, les debió durar muy poco tiempo.
En efecto, Roma asistía en aquellos momentos a la pugna entre el emperador Honorio y un efímero usurpador, Jovino, que dominaba la Galia. Ataúlfo, aunque el dato no esta claro, parece que realizó un foedus con Honorio para atacar a Jovino a cambio de pertrechos, alimentos y del permiso para establecerse definitivamente en la zona sur de la Galia, en Aquitania. Lo cierto es que el abastecimiento acordado no llegaba y Ataúlfo, pese a haber contraído matrimonio con Gala Placidia, hija y hermana de emperadores -del hispano Teodosio y de Honorio, respectivamente-, prisionera de los godos desde su entrada en Roma, y cuyo mausoleo en Rávena constituye posiblemente el mejor testimonio del arte musivario de la época, fue hostilizado por el magister militum Constancio, que le obligó a replegarse hacia Hispania. Fue justamente en el transcurso de este repliegue cuando Ataúlfo entró victorioso en Barcelona, donde nacerá el malogrado y único hijo nacido de su matrimonio con Gala Placidia.
En el año de la era CDXLVIII -41O d.C-, décimo sexto de el emperador Honorio, habiendo muerto Alarico tras la toma de Roma, Ataúlfo fue puesto al frente del reino de Italia por los godos durante seis años. Éste dejó Italia en el quinto año de su reinado y se dirigió a las Galias, donde tomó como esposa a Placidia, hija del emperador Teodosio, que había sido capturada por los godos en Roma. En lo cual muchos creen que se cumplió aquella profecía de Daniel, que dice: "La hija del rey del Mediodía se unirá al rey del Norte, mas no subsistirá su estirpe". Pues ningún hijo nacido de su vientre pudo suceder al padre en el reino. Ataúlfo, en efecto, marchó desde la Galia a Hispania y fue degollado por uno de los suyos cuando se hallaba en sus propias cuadras (...). Después de la muerte de Ataúlfo fue elegido rey por los godos Sigerico, quien, como quiera que se mostrara muy dispuesto a la paz con los romanos, fue asesinado al poco tiempo por los suyos.
San Isidoro de Sevilla / Ataúlfo en Hispania / Historia de Regibus Gothorum
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Gala Placidia, hija de Teodosio I el Grande, fue educada por el general romano Estilicón, asimismo, tutor de su hermano Honorio, emperador de Occidente. Cuando, en 410, los visigodos, con su rey a la cabeza , se apoderaron de Roma, los vencedores la tomaron como rehén. En 413, el sucesor de Alarico, su cuñado Ataúlfo, para sellar su alianza con el emperador Honorio, se casó con Gala Placidia. La boda, cuya ceremonia resultó espléndida, se celebró en Narbona, el 1 de enero de 414. Pero el joven rey visigodo murió asesinado en 415 y la viuda fue devuelta a su tierra. En 417 se casó en segundas nupcias con un general de Honorio, Constancio -el futuro Constancio III- y asumió durante doce años la regencia por la minoría de edad de su hijo, Valentiniano III. Al final de su vida, Gala Placidia se consagró a la religión cristiana, que su padre había impuesto definitivamente en el mundo occidental, y empleó su fortuna en obras piadosas. Antes de fallecer, en 450, mandó edificar en Rávena una iglesia dedicada a San Juan Evangelista y un mausoleo decorado con maravillosos mosaicos.
La factura de la Cruz del Rey Desiderio, que se conserva en el Museo de la Era Cristiana de Brescia, responde al gusto de los bárbaros y de los visigodos: es de oro y lleva incrustadas multitud de piedras preciosas, así como camafeos romanos reutilizados. En la parte inferior de la misma podemos encontrar, precisamente, el delicioso retrato de Gala Placidia y sus hijos Honoria y Valentiniano. La profundidad sus miradas recuerda a las de los retratos egipcios de El Fayún. Las vestiduras de Honoria y Valentiniano responden a la tradición latina, mientras que las de Gala Placidia evocan ya el lujo del oriente bizantino.
El Mausoleo de Gala Placidia, iglesia conmemorativa y lugar de culto, asimismo, fue edificado en Rávena hacia 425. Su innovadora planta, en forma de cruz griega, es la primera que rompe en Occidente con la tradición basilical del siglo anterior, anunciando las influencia de las iglesias bizantinas.
En el interior del Mausoleo, a excepción del mosaico que puede verse al fondo en la fotografía y que representa al Buen Pastor y sus ovejas en un entorno realista bajo un cielo nocturno, casi todos los restantes tienen tan sólo un valor decorativo.
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Por otra parte, parece indudable que en el seno de la oligarquía visigoda dominante en aquellos momentos asimismo debía de existir una pugna entre los partidarios del armisticio con Roma y los que defendían la hostilidad abierta, y que al principio dominó la tendencia antirromana. Ésta fue dirigida por el hermano y sucesor de Ataúlfo, Walia -415-418-, quien intentó marchar hacia el sur de la Península, siempre con la idea de pasar a África, expedición ésta que, de nuevo, fracasó. En aquella coyuntura, el magister militum Constancio, jugando una política inteligente entre bloqueos y medidas militares, logró orientar definitivamente el rumbo de los visigodos y obtuvo finalmente su alianza sobre la base de permitir el asentamiento legal de éstos en Aquitania.
Hay que recordar en este punto que durante la noche del 31 de diciembre de 406, grupos de suevos, vándalos y alanos forzaron el limes al cruzar el Rin -que se encontraba helado- cerca de Maguncia, y que, tras recorrer impunemente la Galia, pasaron a este lado de los Pirineos en 409, saqueando el país y sembrándolo de horror -según nos cuenta Hidacio, obispo de Aquae Flaviae, actual Chaves-, de modo que hacia el año 411, estos pueblos se habían instalado en la Península. Los suevos ocuparon Gallaecia, los vándalos la Baetica y los alanos la Lusitania.
Los bárbaros se desparraman furiosos por Hispania y el azote de la peste no causa menos estragos. El tiránico exactor roba, y el soldado saquea las riquezas y las vituallas escondidas en las ciudades. Reina un hambre tan espantosa que, obligado por ella, el género humano devora carne humana; y hasta las madres matan a sus hijos y cuecen sus cuerpos para alimentarse de ellos. Las fieras aficionadas a los cadáveres de los muertos por la espada, por el hambre y por la peste, destrozan hasta los hombres más fuertes y, cebándose en sus miembros, se encarnizan cada vez mas para destrucción del género humano. De esta suerte, exacerbadas en todo el orbe las cuatro plagas: el hierro, el hambre, la peste y las fieras, cúmplense las predicciones que hizo el Señor por boca de sus profetas.
Asoladas las provincias de Hispania por el referido encrudecimiento de las plagas, los bárbaros, resueltos por la misericordia del Señor a hacer la paz, se reparten a suertes las regiones de las provincias para establecerse en ellas: los vándalos y suevos ocupan la Gallaecia, situada en la extremidad occidental del mar Océano; los alanos, la Luisitania y la Cartaginense; y los vándalos llamados silingos, la Baetica. Los hispanos que sobrevivieron a las plagas en las ciudades y castillos, se someten a la dominación de los bárbaros que se enseñoreaban de las provincias.
Entrada de los bárbaros en Hispania / Hidacio
Justamente el pacto alcanzado por Constancio y Walia, que se cerró en el año 416, establecía que los visigodos, como federados de Roma, se comprometían a limpiar la península Ibérica de los pueblos que la habían ocupado y cuyo control por parte del Imperio era absolutamente nulo. Dirigidos, pues, por Walia, entre los años 416 y 418 los visigodos consiguieron aniquilar a un sector del grupo de los vándalos -los silingos- y a los alanos. Por su parte, los vándalos asdingos cruzaron el Estrecho de Gibraltar en dirección a África conducidos por Genserico, para instalarse definitivamente en Numidia y las islas del Mediterráneo occidental, de modo que sólo perduró de la presencia bárbara en Hispania el Reino Suevo, que ocupó los territorios que aproximadamente hoy coinciden con Galicia y el norte de Portugal, hasta que en 585 Leovigildo lo anexionó a la monarquía visigoda de Toledo.
Pero no adelantemos acontecimientos. De momento, con Walia, el asentamiento de los visigodos en el sur de la Galia se hizo legal, lo que contribuyó a que su carácter nómada se fuera apagando. El sistema que siguieron para lograrlo se basó en el procedimiento romano de los acantonamientos militares, la hospitalitas, mediante la cual los habitantes autóctonos debían ceder a los soldados, en este caso los godos, los dos tercios de sus tierras y utensilios -las llamadas sortes gothicae-, mientras que el otro tercio -la tertia romanorum- quedaba para el antiguo propietario. Se desconocen las formas concretas de reparto, sistema de posesión o usufructo, pero de lo que sí se tiene certeza es de que cuando los visigodos pasaron a Hispania en la segunda mitad del siglo V, y ya definitivamente a partir del año 507, el sistema de ocupación derivó del foedus de la época de Walia. Las huellas de este reparto entre godos y romanos quedan reflejadas, sin ir más lejos, en la toponimia española que se ha conservado hasta nuestros días y de la que dan testimonio las localidades de Sort -Lérida / Lleida-, Suertes -León-, Tierzo -Guadalajara- y otras muchas a lo largo y ancho de la geografía peninsular.
Alcanzada la estabilidad real y legal por parte de los visigodos, conviene considerar sus efectivos demográficos absolutos en el siglo IV. En su primera época, la de Ataúlfo y Walia, las cifras calculadas oscilan entre 80.000 -Reinhardt- y 100.000 -Schmidt-. Si tenemos en cuenta que en Hispania vivían por entonces unos 7.000.000 millones de hispanorromanos, hemos de concluir necesariamente que los visigodos fueron una reducida minoría que no aportó ningún peso racial o demográfico, y hemos de entender que su abastecimiento por medio de pactos fue perfectamente soportable para los romanos, como asimismo debieron serlo para galos e hispanorromanos los repartos de bienes y de tierras. De ahí la posibilidad de argumentar que el carácter originario de los visigodos demuestra un continuismo de las estructuras económicas y sociales de la época tardorromana. Algunos detalles anecdóticos -como la boda de Ataúlfo con Gala Placidia en Narbona de acuerdo con el ritual romano- nos indican también el notable grado de aculturación a que iban alcanzando los visigodos. Ello no quiere decir que fueran totalmente anulados por la cultura romana, pues también éstos aportaron instituciones como la sippe -organismo gentilicio que agrupaba a los descendientes de un antepasado común- y concepciones jurídicas innovadoras -en orden a acentuar la relación por vínculo personal- que dieron otra dimensión al concepto público del Derecho romano.
Eurico
..... Juan Porcel / 1765
..... Plaza .de .Oriente
Los primeros asentamientos .
visigodos. en suelo .hispano .
visigodos. en suelo .hispano .
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A partir de la segunda mitad del siglo V, las principales preocupaciones de los visigodos fueron dominar Pompaelo -Pamplona-, como clave natural del paso a Hispania desde Tolosa, y poblar el valle del Duero, en especial, la zona del mismo conocida durante la Edad Media como los Campi Gothorum -Campos Góticos- y en la actualidad como Tierra de Campos.
Durante el tiempo que los visigodos dedicaron a establecer el Reino de Tolosa, su primer estado, en Hispania los suevos, con sus reyes Requila (441-448) y Requiario (448-456) a la cabeza, experimentaron una etapa de notable esplendor, en buena medida sustentado en las devastadoras incursiones que periódicamente llevaban a cabo en tierras la Baetica y la Cartaginense. Ante tal amenaza expansionista, el rey visigodo Teodorico II (453-466), de acuerdo con el emperador romano, cruzó los Pirineos y se enfrentó a los suevos cerca de Asturica Augusta -Astorga-, junto al río Órbigo, consiguiendo arrinconarlos al extremo noroeste de la Península. Esta victoria tuvo dos consecuencias importantes: por una parte significó el final del avance suevo, merced al establecimiento de una frontera militar en la zona de Legio -León-, y por otra supuso el asentamiento definitivo de los visigodos en la Meseta Norte, justificado por el enfrentamiento con los suevos, sí, pero también por la voluntad de dominio de las minas de oro del Bierzo.
A partir de la segunda mitad del siglo V, las principales preocupaciones de los visigodos fueron dominar Pompaelo -Pamplona-, como clave natural del paso a Hispania desde Tolosa, y poblar el valle del Duero, en especial, la zona del mismo conocida durante la Edad Media como los Campi Gothorum -Campos Góticos- y en la actualidad como Tierra de Campos.
En época de Eurico (466-484), sucesor de Teodorico II, se ampliaron las zonas de influencia visigoda hasta Toledo y Soria. Con Eurico se puede situar el momento álgido del dominio visigodo a caballo de los Pirineos. Para algunos historiadores, la existencia del reino Tolosano vendría a ser la demostración palpable de que los Pirineos no fueron considerados inicialmente una barrera geopolítica, al contrario de lo que irán perfilando en el futuro los avatares de la historia.
En el año 476, cuando Eurico reinaba en Tolosa, el grupo germánico de los hérulos, bajo la dirección de Odoacro, depuso al último emperador romano, con lo que, al desaparecer tan importante signo, se deshizo automáticamente el castigado aparato estatal romano. Eurico consideró que los pactos que se habían realizado hasta entonces carecerían en adelante de valor por no existir una de las partes contratantes: el Imperio. Con ello se libraba de cualquier traba legal que hubiera podido obstaculizar la expansión de su reino. Pero la desaparición de la estructura estatal romana creaba un vacío de poder en la zona del sur de la Galia, entre los Pirineos y el río Loira, a causa de la cual, en un intento de dominarla definitivamente, entraron en litigio dos grandes grupos germanos: los francos, pueblo germánico situado al norte de la actual Francia, y los visigodos, que ocupaban, como hemos dicho, la zona comprendida entre el sur del Loira y el Duero. Esta pugna quedó zanjada en el año 507 en la Batalla de Vouillé, cerca de Poitiers, donde los visigodos, dirigidos por Alarico II (484-507), sufrieron una derrota prácticamente definitiva ante los francos acaudillados por Clodoveo. En la batalla pereció el propio Alarico, y los visigodos se vieron obligados a evacuar sus tierras transpirenaicas y a marchar hacia el Sur. El reino de Tolosa había fenecido.
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Alarico y la epopeya visigoda
Gala Placidia y Ataúlfo
Mausoleo de Gala Placidia I
Mausoleo de Gala Placidia II
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Credo / Misa de la Coronación
........... Wolfgang Amadeus Mozart / 1779
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