Miércoles, 26 de enero de 2011
EL PASO DE LIUVA II Y EL "ARRIANISMO" DE WITERICO |
Muerto Recaredo en diciembre del 601, le sucede, sin dificultad inicial, su hijo legítimo, Liuva II, quien, sin embargo, permanecerá instalado en el poder tan sólo dieciocho meses, a lo largo de los cuales intenta mantener la política trazada por su padre.
La causa de esa tan corta estancia, que restaura el tremendo y aparentemente superado morbus gothorum, fue la sublevación de Witerico, aquel falto de escrúpulos y ambicioso conde que, no en vano, después de traicionarla, como ya vimos en su día, dejó recaer el peso de la responsabilidad de la conspiración lusitana anticatólica -posterior a la conversión secreta de Recaredo y anterior al III Concilio de Toledo- sobre los hombros de Sunna, obispo arriano de Mérida.
Witerico, pues, aún en vida del nuevo monarca, según se desprende del testimonio de San Isidoro de Sevilla, se erige en rey y protagoniza un nuevo intento de recuperar el arrianismo. De este modo, al año y medio de iniciarse su reinado, el hijo de Recaredo es derrotado por el rebelde, quien le amputa primero la mano derecha para evitar su entronización y ordena, después, su muerte. Poco más se sabe del problemático período en que ambos debieron coexistir, traicionando con ello la difícil unidad alcanzada durante los mandatos de sus antecesores pero, a juzgar por los acontecimientos, el conspirador no debió despejar demasiadas incógnitas una vez instalado en el trono.
(...) muerto Liuva, Witerico vindica para si durante siete años el reino de que en vida de aquel se había apoderado... / Historia Gothorum / San Isidoro de Sevilla
A finales del 603 Witerico toma para sí todo el poder e inicia una clara política arrianista, o, por decirlo de otro modo, anticatólica; política, por tanto, que posicionaría frente a él a la ya por entonces influyente Iglesia. No se tiene noticia, sin embago, ni se puede deducir a la ligera que tuviera lugar una hipotética restauración del arrianismo en su tiempo. Propiamente, stricto sensu, tal rehabilitación no debió llevarse a cabo, lo cual, naturalmente, no niega el perfil arrianista que vertebra la gestión del monarca, pues sin duda lo tuvo. Debió haber, en efecto, cierta persecución hacia algunos católicos, entre otras cosas, porque todos los indicios parecen asegurar que la Iglesia toledana padeció serias dificultades.
En 607, Witerico, que temia que su modo de acceder al trono fuera provechado por los monarcas vecinos para actuar contra sus intereses, concedió a Teoderico II, por entonces sólo rey de Borgoña, a petición de éste y con la vista puesta en el mantenimiento de la paz entre los pueblos de ambos monarcas, la mano de su hija Ermemberga.
Pero el matrimonio de ésta, que partió inmediatamente hacia su nueva patria acompañada por los emisarios que su futuro esposo había enviado a la Península y la suculenta dote que aportó su padre, estaba destinado a fracasar. Las fuentes no son demasiado fiables en este sentido. Curiosamente, el mismo San Isidoro, probablemente porque no gozó del favor de Witerico y desconoció en buena medida lo que en aquellos momentos se fraguaba en la corte, no realiza mención alguna de la política dinástica desplegada por el rey al otro lado de los Pirineos, política de alianzas que enlaza -hay que recordar en este punto- con una larga tradición que se remontaba, como ya vimos en anteriores entradas, a los tiempos de Leovigildo y Recaredo. En estas circunstancias es Fredegario quien, en su Crónica, aporta algo de luz al asunto:
Los embajadores presentaron la princesa al rey, en Chalóns de Saona, y fue recibida con grandes honores y testimonios particulares de afecto y de cariño; pero Brunegilda, que no había podido impedir esta negociación, halló medio de neutralizar su efecto en un tiempo en que todos, a no ser ella, lo habrían creído imposible. Hizo nacer incidentes que retardaron la celebración de las bodas, y luego, atrayendo a su bando a la hermana del rey, Teudelana, que tenía gran influencia en su hermano, se sirvió de ella para disgustar al rey de la princesa. / Crónica de Fredegario
De este modo, apunta el cronista franco, más allá del aspecto físico más o menos afortunado que luciera aquella desgraciada princesa visigoda -factor barajado como posible causa de rechazo de la misma-, fue la influencia ejercida por abuela visigoda de Teoderico sobre éste y Teudelana, su hermana, las dotes persuasivas desplegadas por la conspicua Brunegilda 1, 2 -personaje con el que ya estamos familiarizados asimismo-, las que propiciaron que Ermemberga regresase de nuevo a su país sin consumar el matrimonio con el rey de Borgoña y, lo que no es menos importante, sin su dote; hechos que, en cualquier caso, dieron al traste con la política diplomática de Witerico, al tiempo que constituyeron una humillación en toda regla para éste, quien, como es lógico, intentó aliarse con francos y lombardos, así como con el propio hermano de Teoderico, Teodeberto -rey de Austrasia-, cuyo abandono de la coalición acabó con la misma y, por tanto, con las posibilidades de Witerico de vengarse del rey de Borgoña.
Por otro lado, al margen de la involución religiosa y del fracaso de la política de alianzas allende los Pirineos que su reinado representa, Witerico luchó con denuedo y, paradójicamente, sin demasiado éxito, contra los bizantinos. Así describe San Isidoro el escaso fruto de sus campañas bélicas :
Witerico (fue) un hombre ciertamente valiente en el arte de las armas, mas sin embargo desprovisto de victorias, puesto que en el combate contra el soldado romano no logró sembrar gloria alguna, a excepción de la plaza de Segontia que obtuvo por medio de sus duces. / Historia Gothorum / San Isidoro de Sevilla
Poca cosa, en suma, que, sin embargo, da cuenta acerca de una renovada presión sobre el litoral del Sur, aún en manos de Bizancio.
Al cabo de siete años, y no se sabe bien por qué motivaciones -religiosas, políticas o personales-, Witerico fue asesinado cuando se celebraba un banquete. San Isidoro, de nuevo, describe así su trágica muerte:
En un banquete cayó muerto a cuchillo, y victima de una conjura de los suyos, el que el cuchillo había empleado para subir. Su cadáver fue vilmente transportado y vilmente sepulto. / Ibídem
Una vez más, una conspiración acaba con la vida del rey. El "mal de los godos" gravita de nuevo, inmisericorde, sobre el frágil Estado hispanovisigodo.
La causa de esa tan corta estancia, que restaura el tremendo y aparentemente superado morbus gothorum, fue la sublevación de Witerico, aquel falto de escrúpulos y ambicioso conde que, no en vano, después de traicionarla, como ya vimos en su día, dejó recaer el peso de la responsabilidad de la conspiración lusitana anticatólica -posterior a la conversión secreta de Recaredo y anterior al III Concilio de Toledo- sobre los hombros de Sunna, obispo arriano de Mérida.
Witerico, pues, aún en vida del nuevo monarca, según se desprende del testimonio de San Isidoro de Sevilla, se erige en rey y protagoniza un nuevo intento de recuperar el arrianismo. De este modo, al año y medio de iniciarse su reinado, el hijo de Recaredo es derrotado por el rebelde, quien le amputa primero la mano derecha para evitar su entronización y ordena, después, su muerte. Poco más se sabe del problemático período en que ambos debieron coexistir, traicionando con ello la difícil unidad alcanzada durante los mandatos de sus antecesores pero, a juzgar por los acontecimientos, el conspirador no debió despejar demasiadas incógnitas una vez instalado en el trono.
(...) muerto Liuva, Witerico vindica para si durante siete años el reino de que en vida de aquel se había apoderado... / Historia Gothorum / San Isidoro de Sevilla
A finales del 603 Witerico toma para sí todo el poder e inicia una clara política arrianista, o, por decirlo de otro modo, anticatólica; política, por tanto, que posicionaría frente a él a la ya por entonces influyente Iglesia. No se tiene noticia, sin embago, ni se puede deducir a la ligera que tuviera lugar una hipotética restauración del arrianismo en su tiempo. Propiamente, stricto sensu, tal rehabilitación no debió llevarse a cabo, lo cual, naturalmente, no niega el perfil arrianista que vertebra la gestión del monarca, pues sin duda lo tuvo. Debió haber, en efecto, cierta persecución hacia algunos católicos, entre otras cosas, porque todos los indicios parecen asegurar que la Iglesia toledana padeció serias dificultades.
En 607, Witerico, que temia que su modo de acceder al trono fuera provechado por los monarcas vecinos para actuar contra sus intereses, concedió a Teoderico II, por entonces sólo rey de Borgoña, a petición de éste y con la vista puesta en el mantenimiento de la paz entre los pueblos de ambos monarcas, la mano de su hija Ermemberga.
Pero el matrimonio de ésta, que partió inmediatamente hacia su nueva patria acompañada por los emisarios que su futuro esposo había enviado a la Península y la suculenta dote que aportó su padre, estaba destinado a fracasar. Las fuentes no son demasiado fiables en este sentido. Curiosamente, el mismo San Isidoro, probablemente porque no gozó del favor de Witerico y desconoció en buena medida lo que en aquellos momentos se fraguaba en la corte, no realiza mención alguna de la política dinástica desplegada por el rey al otro lado de los Pirineos, política de alianzas que enlaza -hay que recordar en este punto- con una larga tradición que se remontaba, como ya vimos en anteriores entradas, a los tiempos de Leovigildo y Recaredo. En estas circunstancias es Fredegario quien, en su Crónica, aporta algo de luz al asunto:
Los embajadores presentaron la princesa al rey, en Chalóns de Saona, y fue recibida con grandes honores y testimonios particulares de afecto y de cariño; pero Brunegilda, que no había podido impedir esta negociación, halló medio de neutralizar su efecto en un tiempo en que todos, a no ser ella, lo habrían creído imposible. Hizo nacer incidentes que retardaron la celebración de las bodas, y luego, atrayendo a su bando a la hermana del rey, Teudelana, que tenía gran influencia en su hermano, se sirvió de ella para disgustar al rey de la princesa. / Crónica de Fredegario
Boda de Sigeberto I y Brunegilda./ Miniatura / Grandes Crónicas de Francia / Biblioteca Nacional de Francia / Paris
Por otro lado, al margen de la involución religiosa y del fracaso de la política de alianzas allende los Pirineos que su reinado representa, Witerico luchó con denuedo y, paradójicamente, sin demasiado éxito, contra los bizantinos. Así describe San Isidoro el escaso fruto de sus campañas bélicas :
Witerico (fue) un hombre ciertamente valiente en el arte de las armas, mas sin embargo desprovisto de victorias, puesto que en el combate contra el soldado romano no logró sembrar gloria alguna, a excepción de la plaza de Segontia que obtuvo por medio de sus duces. / Historia Gothorum / San Isidoro de Sevilla
Poca cosa, en suma, que, sin embargo, da cuenta acerca de una renovada presión sobre el litoral del Sur, aún en manos de Bizancio.
Al cabo de siete años, y no se sabe bien por qué motivaciones -religiosas, políticas o personales-, Witerico fue asesinado cuando se celebraba un banquete. San Isidoro, de nuevo, describe así su trágica muerte:
En un banquete cayó muerto a cuchillo, y victima de una conjura de los suyos, el que el cuchillo había empleado para subir. Su cadáver fue vilmente transportado y vilmente sepulto. / Ibídem
Una vez más, una conspiración acaba con la vida del rey. El "mal de los godos" gravita de nuevo, inmisericorde, sobre el frágil Estado hispanovisigodo.
HOY SUENA | Johannes Brahms / 1867 |
.
Efectivamente amigo, ese Mal de los Godos la anarquía, las guerras fraticidas por el poder, la imposibilidad de establecer un reino fuerte por línea de sangre. Reyes asesinados por hermanos, hermanos asesinados por los padres, padres ejecutados por sus hijos....
ResponderEliminarInteresantísima y muy documentada su entrada. Muchas gracias.
Qué buen repaso entre el anterior artículo y éste sobre un periodo de la historia esencial en nuestra forma de ser como antes los romanos. Un abrazo, José.
ResponderEliminar