Martes, 18 de enero de 2011
DE LIUVA II A CHINDASVINTO | El asalto nobiliario al poder |
Con Recaredo se cierra en Hispania el siglo VI. Ha sido éste en líneas generales, como lo ha denominado con precisión el historiador don Fernando García de Cortázar, el período de "identificación del pueblo visigodo con el espacio territorial de la Península". Su reinado es, de hecho, el gran tránsito entre la problemática dispar de los dos siglos: el VI, en el que, netamente, se van sentando las bases de la consolidación del Estado, en medio de una lógica política de expansión y afianzamiento territoriales, cuyo culmen alcanzará, ya en la siguiente centuria, Suintila; y el VII, en el que se ventila, con distintas alternativas, el choque entre el poder nobiliario -cada día mas decidido a hacer prevalecer sus intereses particularistas- y la Corona, cuya fuerza, lograda sobre todo con Leovigildo, se ve permanentemente amenazada, debilitada y cuestionada, en claro detrimento de los ideales unificadores y de la propia seguridad estatal.
Parte de este proceso disgregador que va a ser la tónica del siglo VII, de esta nueva crisis, crisis no precisamente de crecimiento, sino, por el contrario, de paulatino deterioro, se empieza a dibujar ya en pleno mandato de Recaredo. La escalada de la nobleza, asegura García de Cortázar, se evidencia "a partir del momento en que el acercamiento progresivo entre godos e hispanorromanos, el debilitamiento del esfuerzo militar bizantino con su paralela pérdida de influencia en el sur peninsular, y la independencia de la Iglesia católica española respecto a la política religiosa imperial faciliten la distensión de la actitud nacionalista -germánica y arriana- de los godos, evidente todavía en Leovigildo."
Dentro de toda esta fenomenología, nada difícil de aislar del discurso que traza la sucesión al Trono, destaca con una relevancia extraordinaria el papel ejercido por la jerarquía eclesiástica. En efecto, la misma Iglesia que sirve como apoyo a Recaredo para, en principio, consolidar la Monarquía hispanogoda en el III Concilio toledano, acaba sancionando, o sea, cimentando, años después, el creciente poder de la nobleza, convirtiéndose casi en interesada aliada suya mediante la legitimación del particularismo disgregador que esta representa.
Parte de este proceso disgregador que va a ser la tónica del siglo VII, de esta nueva crisis, crisis no precisamente de crecimiento, sino, por el contrario, de paulatino deterioro, se empieza a dibujar ya en pleno mandato de Recaredo. La escalada de la nobleza, asegura García de Cortázar, se evidencia "a partir del momento en que el acercamiento progresivo entre godos e hispanorromanos, el debilitamiento del esfuerzo militar bizantino con su paralela pérdida de influencia en el sur peninsular, y la independencia de la Iglesia católica española respecto a la política religiosa imperial faciliten la distensión de la actitud nacionalista -germánica y arriana- de los godos, evidente todavía en Leovigildo."
La problemática general del siglo VII |
La crisis del siglo VII, siguiendo con las tesis defendidas por el profesor García de Cortázar, puede dividirse en dos períodos bien diferenciados, aunque, en realidad, ambos forman parte de un continuum definido por la misma nota característica, es decir, por la lucha entre monarquía y nobleza:
De 601 a 681, fase durante la cual se produce la escalada de la nobleza territorial en orden a conquistar el control del Reino.
De 681 a 711, lapso en que la nobleza intenta feudalizar el Estado.
De 681 a 711, lapso en que la nobleza intenta feudalizar el Estado.
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Se trata, como es fácil advertir y aunque resulte reiterativo, de dos etapas sucesivas de un mismo y único proceso, el que constituye el asalto a la ciudadela del Estado. Su consecución hace preciso debilitar la estructura de la monarquía, cuya resistencia, en cualquier caso, es ostensible con Chindasvinto, primero, y con Wamba, después… El triunfo final, el de la nobleza, supondrá la ruina del Estado mismo, que quedará sin vértebras, sin fuerza, sin aliento apenas para proseguir un destino en exceso difícil dentro de aquel contexto tan enrarecido.
La culminación de dicho proceso se va advirtiendo progresivamente a través de los distintos síntomas que esbozan una sociedad en vías de feudalizacion. Para García de Cortazar estos son quizá los más relevantes:
Tendencia a una economía natural cuya base reside en grandes propiedades autosuficientes.
Degradación paulatina del antiguo sistema de poder que favorece la confusión entre autoridad y propiedad, convirtiéndose, de esta suerte, los altos cargos en propietarios de los territorios administrados.
Confusión, asimismo progresiva, entre las funciones militares y fiscales, de un lado, y públicas y privadas, de otro.
Creciente disminución de los bienes de la Hacienda publica.
Desintegración final y fatal del poder central en manos de la nobleza..
Degradación paulatina del antiguo sistema de poder que favorece la confusión entre autoridad y propiedad, convirtiéndose, de esta suerte, los altos cargos en propietarios de los territorios administrados.
Confusión, asimismo progresiva, entre las funciones militares y fiscales, de un lado, y públicas y privadas, de otro.
Creciente disminución de los bienes de la Hacienda publica.
Desintegración final y fatal del poder central en manos de la nobleza..
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Dentro de toda esta fenomenología, nada difícil de aislar del discurso que traza la sucesión al Trono, destaca con una relevancia extraordinaria el papel ejercido por la jerarquía eclesiástica. En efecto, la misma Iglesia que sirve como apoyo a Recaredo para, en principio, consolidar la Monarquía hispanogoda en el III Concilio toledano, acaba sancionando, o sea, cimentando, años después, el creciente poder de la nobleza, convirtiéndose casi en interesada aliada suya mediante la legitimación del particularismo disgregador que esta representa.
Todo ello, una vez más, nos obliga a pensar en la precariedad del Estado visigótico, frágil y quebradizo edificio, cuyos soportes carecían de la necesaria solidez. El proceso de feudalización no es, de este modo, fruto del azar ni de la casualidad, sino producto de la incapacidad manifiesta de la Corona para salvar los escollos promovidos por una nobleza sólo adormecida, pero dispuesta, a la menor ocasión, a plantar batalla en defensa de sus intereses de clase.
El choque entre las dos estructuras de poder se opera prácticamente de espaldas a la mayoría de la población. Ésta, que asiste en principio en calidad de mera espectadora a la contienda, no quedará, al final, al margen de las consecuencias que acarreará dicha pugna. No en vano, el triunfo de la nobleza modificará sustancialmente el modelo social y, por tanto, las interacciones de status tipificadas como normales. De este modo, pues, antes de que se materialice la feudalización del Estado se advierte una feudalización del conjunto de la sociedad, siendo el primero de los fenómenos aludidos, en cualquier caso y como ya iremos viendo en próximas entregas, reflejo y no causa del segundo.
Magnífico y detallado preludio de la época en que España comenzó sus primeros pasos como nación. La historia de los godos y la siempre recordada sangre goda fue referencia en siglos posteriores para medir la antigüedad de un linaje, el pueblo visigodo desde sus orígenes, pretendía mantener una casta pura de nobleza goda. Que emparentara directamente su estirpe con la línea de sangre noble con sus antepasados los dioses, esto se transmitió a la posterior cultura española con la llamada "limpieza de sangre".
ResponderEliminarUn abrazo y esperamos las nuevas entradas sobre el tema.
Un magnífico artículo sobre una parte de la historia poco documentada, pero de gran importancia. Recaredo con el abandono del arrianismo y luego a mediados del siglo VII Recesvinto y su Fuero Juzgo, con el que godos e hispano-romanos se encontraro bajo una misma ley, marcaron hitos importantes de esta época.
ResponderEliminarHa sido muy interesante leerte, como siempre. Un abrazo amigo José.
Como siempre, una gran entrada, Jose. Siempre me atrajo el Fuero Juzgo, tal vez por esa fusión o unión entre godos o bárbaros y romanos o hispanorromanos. La historia y las naciones se hacen sumando. Un cordialísimo saludo.
ResponderEliminarLos godos eran más ordenados de lo que puede parecer en un primer momento (quizás sea producto de sus nombres casi impronunciables ;D) Pero ahí están el Fuero Juzgo, el Liber Iudiciorum, el Código de Eurico, el Breviario de Alarico... Quizás la confusión parte precisamente de la complejidad de su organización, más que de la inexistencia de ella.
ResponderEliminarComo siempre todo un placer leerte, en todos los sentidos (visual y auditivo, claro, en tanto no se invente algo para poder transmitir olores y sabores a través de esta pantalla... ayy, ¿cómo huele Sevilla hoy??)
Que pases un fin de semana de lujo!!!!!!!
Un enorme besazooooooo!!!!!
Vane.
La verdad es que no conozco mucho de esta parte de la historia. Por eso me ha resultado muy interesante tu artículo.
ResponderEliminarUn abrazo.
(buena elección musical)
Así que no llevas bien lo del olor a humo... Espero que no sea sólo porque te induce a recuperar viejos hábitos pirómanos...
ResponderEliminarPor Barcelona nos estamos pelando de frío, y yo que pensaba que lo había visto todo a orillas del Cantábrico y me encuentro aquí en peligro de que me salgan sabañones en las manos. ¡Qué situación!
En fin, reguapo, abrígate mucho si cometes la imprudencia de salir con esa bici tuya. Cuídate!!! que estoy muy lejos para llevarte mi célebre caldito de pollo ji ji ji ji
Un besazo!!!!!!!!
Vane.