Antiguo Convento de Santa Clara / Sevilla ...
La historia de un amor de leyenda
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Pero las salidas, a pesar de las mal disimuladas críticas, continuaron…
Empezó el invierno… Aquel del año de 1252 fue especialmente riguroso. La caza en las inmediaciones del viejo Betis se hacía más difícil de lo habitual por lo frío y desapacible del clima.
- Pues bien, construiré una torre asomada al río, desde donde os podréis desplazar para cazar a vuestro gusto y tener un fuego cercano en el que calentaos-, dijo el Infante a la Reina...
Y mandó inmediatamente poner manos a la obra.
A quienes preguntaban respondía invariablemente:
-Es una torre para la defensa del norte de la ciudad. Es el único flanco vulnerable de Sevilla, porque los otros están bien protegidos por las aguas del Tagarete, del Guadaira y del Guadalquivir… Mas no así el frente norte, que queda al campo más abierto.
No fue muy convincente esta afirmación del Infante para quienes entendían de estrategia militar… Es por ello que sus otros hermanos, Don Felipe y Don Enrique, acudieron a quejarse a Don Alfonso, el Rey.
-Nuestro hermano está construyendo una torre defensiva. ¿Qué defensa cabe con una torre que está situada dentro de murallas? Si se hiciera más allá, en la esquina de la Almenilla*, o afuera de la Puerta Macarena…, sería cosa de creer. Pero donde la está levantando no tiene utilidad ninguna para la defensa. Y…, ¿sabéis lo que susurran los escuderos y maristas del Alcázar…?
...
-¡Prohíbo que nadie ose hablar otra vez de esta cuestión! ¡Don Fadrique es vuestro hermano, el mío…, y solamente yo puedo juzgarle, como rey y como hermano mayor…! ¡Si no lo he hecho, no podéis vosotros ni entrar ni salir en la cuestión…!
Sin embargo Su Majestad, que era comprensivo y no ignoraba que aquellas cacerías eran en realidad otra cosa…, que aquella torre no era sino un nido en el que cobijar el incipiente amor que se profesaban su madrastra y su hermano…, aunque lo disimulaba con el fin de no autorizar aquellos devaneos y evitar las murmuraciones de sus nobles, optó por alejarse…, por trasladar la Corte a Toledo… Allí, lejos de toda contienda creó el observatorio astronómico gracias al cual verificaría las observaciones que le sirvieron para escribir y diseñar sus famosísimas Tablas Alfonsíes, o el Libro del Saber de Astronomía, eso sí, con ayuda inestimable de los sabios más importantes del Reino, como era el caso de Isaac ben Sid.
Pero aunque la mayor parte de la nobleza se trasladó a Toledo, gran hostilidad contra Doña Juana y Don Fadrique seguía desatándose entre la que había quedado en Sevilla, pues la severa y piadosa aristocracia hispalense no podía admitir ni que la reina Viuda se volviera a casar, ni que tuviera amores secretamente con el Infante, hijo de su difunto augusto esposo.... Pronto, formando causa común con los grandes señores, el pueblo llano también se sumó a una guerra, tan sorda como implacable, contra los amantes.
Sirva como ejemplo que cuando aquella, acompañada de su hijastro o de sus criadas y escuderos, salía del Real Alcázar para dirigirse a la Torre de Don Fadrique y a su paso, bien por la calle Francos, por la de los Monteros del Rey -Tetuán-, o por la calle de la Pellejería -Amor de Dios-, como obedeciendo a una orden, se cerraban las puertas y ventanas de todas las casas en señal de cruel y ostensible desaire.
Mas no quedó el asunto ahí… El mayor desprecio que se le brindó a Doña Juana aconteció el día 24 de junio de 1255…
Con motivo de la celebración de su onomástica, desde el Alcázar se habían remitido invitaciones para más de doscientas personas, entre las que se contaban numeroso caballeros y maestros de las órdenes religiosas y militares, los priores de todos los conventos, los miembros de la nobleza y demás personajes ilustres presentes en Sevilla.
Ni uno sólo de los convidados acudió al banquete.
La Reina, pálida de ira, aguardó en el salón del banquete ante una larga mesa repleta de viandas durante más de una hora, tras lo cual se dirigió a sus habitaciones, y ordenó a sus camaristas:
-¡Recoged todas mis ropas y mis joyas y guardadlas en cofres! ¡Dad mis órdenes a las ayas para que se preparen mis hijos para un largo viaje! ¡Nos vamos a Francia!
-No, Señor… Ni la religión ni la sociedad consienten nuestro amor, ni autorizan que nos casemos, ni mucho menos que nos amemos sin hacerlo... Ante lo imposible y lo irremediable no hay más salida que darse por vencido...
Aquella misma tarde la reina Viuda, sin apenas escolta ni séquito, se dirigió desde Palacio hasta la Puerta de la Barqueta, donde por entonces estaba ubicado el Embarcadero Real, al pie del Real Monasterio de San Clemente, muy cerca de la Torre de Don Fadrique. Allí se hallaba atracada la falúa de la Familia Real, que estaba preparada con sus remeros y cómitre para dirigirse hacia Cádiz, lugar en que Doña Juana embarcaría con rumbo a su antigua patria.
Iniciado el viaje, aguas abajo, la Reina, con los ojos asfixiados por el llanto, se giró hacia atrás y dirigió una última mirada a la torre de su amado Fadrique, al que durante tres años había sido refugio de sus amores.
Entonces, amargamente, hizo una señal con el pañuelo en dirección a la atalaya, entre cuyas almenas se podía distinguir la figura del desolado Infante, quien, también con los ojos anegados por las lágrimas que su hombría no pudo reprimir, le devolvía la señal de adiós con la mano.
Según la leyenda estos hechos precisamente, que venían a corroborar lo que todo el mundo sabía, fueron los que obligaron a Don Alfonso X el Sabio, presionado por la nobleza y el clero, a autorizar el procesamiento de su otrora querido hermano, a quien se acusó de haber ofendido el decoro real por haber mantenido amores ilícitos con la viuda de su padre, el Rey San Fernando…
El triste infante Don Fadrique fue sentenciado a muerte en Toledo y ejecutado en el Castillo de Burgos, donde quedó recluído hasta hacerse efectiva su sentencia, en 1277.
Desde entonces la torre que lleva su nombre no volvió a ser habitada, ni aún utilizada como defensa militar de la ciudad -que nunca lo fue- ni con ninguna otra finalidad… De ella fueron borradas sus armas y el palacio que la rodeaba convertido en convento por las Clarisas, mientras que su cuerpo, como último castigo, peregrinó de un lugar a otro durante siglos, hasta que finalmente, según algunos historiadores, fue depositado en el Panteón Real del Monasterio de Santa María la Real de Las Huelgas, que fundaran sus bisabuelos, Don Alfonso VIII y Doña Leonor Plantagenet, donde sus armas y una incripción con su nombre nos recuerdan que allí yace aquel desdichado infante de España.
De su recuerdo, borrado de la historia y por los siglos, nos queda poco más que la hermosa torre que, a pesar de todo, vindica su memoria... Ahí está, oculta en las entrañas de la calle Santa Clara..., constituyendo un hermosísimo ejemplo de la transición del Románico al Gótico…, el único que se conserva por estos lares…
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........... .......... * Puerta de Bibarragel -castellanización de Bab al Ragwal- o de la Barqueta
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Suena: Mi libertad en sosiego / La Lyra Hispana / Siglo XVI
........... .......... Juan del Encina
Pobre don Fadrique, sentenciado a muerte por amor, y por su propia familia. Tuvo un triste final la historia, pero seguro que para el merecio la pena, y fue hermoso mientras duró.
ResponderEliminarConmovedora historia la de esta torre. Me gusta saber que entre los muros de los viejos edificios que disfruto contemplando ocurrieron historias como esta.
Feliz dia, monsieur. Y feliz carnaval. Y feliz año del tigre!
Bisous
por fin puedo escribir comentarios, no sé por qué tengo problemas para ver el formulario...
ResponderEliminarComo apunta madame Minuet, triste historia de un personaje que además sufrió una auténtica damnatio memoriae.
A veces pienso que si los edificios hablaran... qué historias contarían.
Jejeje..., sí, sí..., ¡que no falte la felicidad, madame...! Menudo día, así es... parece mentira que hayamos podido dar abasto con tanta celebración, es más, que hayamos sobrevivido a las mismas..., jejeje...
ResponderEliminarEn fin..., me alegra haber contribuido de nuevo con esta historia a vuestro gozo. En realidad, como sabéis, tan sólo se trata de eso, de una leyenda. Claro que ya sabemos que todas, o la mayoría, tienen origen en un hecho real... De todos modos, efectivamente Don Fadrique fue ajusticiado con el consentimiento de su hermano, quizá preso de las presiones políticas y del engaño... La historia, desde luego, nos habla de la existencia rencillas entre ellos, fruto del repartimiento de las tierras recién reconquistadas del valle del Guadalquivir, lo que incluye a la propia Sevilla. Pero también de que la causa de su ejecución tuvo otro cariz que no tenía nada que ver en principio con estos desencuentros... Se habla de conspiraciones contra el rey Sabio e incluso de supuestas prácticas de raíz homosexual llevadas a la práctica por el infante y su propio yerno, con lo cual, como veis, todo volvia a quedar en familia de algún modo, para variar, jejeje... ¡Qué fatalidad!
Feliz arranque de semana, madame...
A vuestros pies...
Mil besos, mil...
Así es, Condesa... Ésa es justamente la expresión latina que resume lo ocurrido con la memoria del infante Don Fadrique... Hubo de ser grande el pecado cometido por el mismo para sufrirla, pues su hermano, el rey Sabio dio muestras más que sobradas a lo largo de su vida de equilibrio, buen juicio y magnanimidad...
ResponderEliminarSi los edificios hablaran, así es: ¡lo que íbamos a disfrutar algunos...! :)
Feliz arranque de semana...
LOs acontecimientos precipitaron la decisión de la reina viuda. Pero, ¿qué otra cosa le quedaba por hacer? Mujer, viuda y enamorada de su propio hijastro en la Edad Media era tener todas las papeletas para ser despreciada por la sociedad. Casarse no podían, amarse sólo a escondidas, en espera de que el rey mantuviera su magnanimidad haciendo la vista gorda ante lo que todo el mundo sabía.
ResponderEliminarY porque cayeron con Alfonso X que si llega a ser otro...Lo lógico es que hubiese ajusticiado a su propio hermano y a la reina la hubiese encerrado para siempre entre los muros de un convento para evitar nuevos escándalos.
A pesar de ser borrado de la Historia, ahí ha quedado su torre, desafiante por los siglos, testimonio de sus amores. De otros no se puede decir tanto.
Un saludo
Pues así es, Carmen... Has resumido perfectamente ésta y a anterior entradas. Poco más se puede añadir a tu comentario...
ResponderEliminarEn fin, espero que hayas tenido un muy leve y feliz arranque de semana.
Un beso.
Triste final. No se porque me lo imagine distinto... Cosas de uno.
ResponderEliminarLo de la viuda, quizás lo vea con mente del siglo XXI. Y aún hoy levantaría todo tipo de comentario.
Saludos José
Pues ya ves, Manuel, acabó la cosa como el Rosario de la Aurora... : )
ResponderEliminarPor lo demás, así es, o eso mismo opino yo... Dependendiendo de las circunstancias, del nivel cultural, del lugar dónde se viva, si éste es pequeño y rural o no, de la autonomía económica, entre otros factores, las viudas no lo tienen, aún en nuestros días, efectivamente, nada fácil...
Que tengas una muy feliz velada.
Un cordial saludo.