lunes, 28 de febrero de 2011

28 DE FEBRERO / Día de Andalucía


Lunes, 28 de febrero de 2011




Renacimiento / Siglo XVI



¡Andaluces, levantaos!






El 28 de Febrero es un día muy especial para todos los andaluces y, me atrevería a decir, que para otros muchos españoles, aunque no sean conscientes de ello, pues tal día como hoy del año 1980, el noble y viejo, el abierto y acogedor, el laborioso, sufrido y tantas veces denostado pueblo al que tengo la satisfacción de pertenecer acudió a las urnas para desbloquear el proceso a través del cual Andalucía, una tierra que no quiere situarse por encima de ninguna otra, pero tampoco por debajo, se constituyó en comunidad autónoma, con el mismo rango que Cataluña, el País Vasco y Galicia, regiones a las que no se les había exigido pasar por el mismo trámite, ya que se les reconoció de facto, una vez restaurada la democracia, el estatus político alcanzado durante el régimen republicano de los años treinta del pasado siglo...

Ese día no sólo los andaluces se equipararon en derechos a los habitantes de aquellas otras queridas tierras españolas, sino que, con su movilización, allanaron, asimismo, el camino al resto de las regiones de España, las cuales tampoco hubieron de reclamar vía reféndum que se le reconociera el derecho a constituirse en comunidad autónoma..., haciendo al sistema de libertades que acabábamos de estrenar, al nuevo cuerpo que estructura la nación desde entonces..., más justo y equilibrado...


Aquel día fue uno de los más memorables de la reciente historia de mi tierra, que es la vuestra, por supuesto, uno en que el por primera vez, después de varios siglos, las gentes del lugar se sintieron a la altura de los tiempos y dueñas de su destino...


Hoy, sin querer contaminar con áridas reflexiones de carácter político el muy emotivo para mí homenaje a mi amada tierra, a mi Andalucía, a todos aquellos que hicieron posible la consecución de aquella gesta, conocidos por todos o anónimos, entre los que se contaba mi inolvidable y amado padre, a quien dedico especialmente esta entrada, tengo que expresar mi lamento al contemplar el desolador panorama actual, que no es precisamente edificante, alentador, ni ilusionante...


Bajo mi punto de vista se ha dilapidado aquella maravillosa herencia, aquella energía positiva y valiosísima que envolvió al pueblo andaluz en su conjunto, desde los niños a los ancianos, desde el campesino al gran empresario... Pero aún albergo la esperanza, que dicen que es lo último que se pierde, de que un día..., no sé si será más tarde que pronto, o viceversa, ...mis paisanos recuperarán la autoestima y una mirada viva, ilusionante y libre de ataduras, para poder caminar todos juntos, respetándonos los unos a los otros..., algo fundamental que, aunque parezca mentira, no ocurre así en nuestros días, cuando nos adentramos ya en la segunda década del siglo XXI, ... caminar hacia un futuro pleno de éxitos y despojado de lastres...


A todos los andaluces, pues, naturales, de adopción o vocacionales, residentes o desterrados, a pesar de las circunstancias, tan poco propicias para la celebración, felicidades...



Himno de Andalucía


La bandera blanca y verde
vuelve, tras siglos de guerra,
a decir paz y esperanza,
bajo el sol de nuestra tierra.

¡Andaluces, levantaos!
¡Pedid tierra y libertad!
¡Sea por Andalucía libre,
España y la Humanidad!

Los andaluces queremos
volver a ser lo que fuimos
hombres de luz, que a los hombres,
alma de hombres les dimos.

¡Andaluces, levantaos!
¡Pedid tierra y libertad!
¡Sea por Andalucía libre,
España y la Humanidad!











HOY SUENA


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lunes, 21 de febrero de 2011

ABC DE LA PRENSA ESPAÑOLA / El ingenio hispalense


Lunes, 21 de febrero de 2011


LOS 150 AÑOS DE DON TORCUATO

José Miguel Santiago Castelo







El día 21 de febrero de 1861 nació en Sevilla don Torcuato Luca de Tena, fundador de ABC y de "Blanco y Negro". Ciento cincuenta años nos separan de aquella fecha que se nos antoja lejanísima: reinado de Isabel II, la revolución de 1868 o "La gloriosa", el efímero reinado de Don Amadeo, la primera República, su derrumbe, la restauración de la Monarquía alfonsina, la dictadura de Primo de Rivera. Todo este abanico de sucesos políticos se suceden solo en la vida de don Torcuato, un hombre que a los ojos de hoy muere joven —68 años— y que en su época —1929— ya se nos antoja por las fotografías un anciano venerable. Lo asombroso era el imperio periodístico que dejaba con una cabecera, ABC, imprescindible en el mundo informativo español e hispanoamericano cuando aún quedaban tantos sucesos —y tan graves— por aparecer en la vida nacional española: la II República, con sus persecuciones al periódico, los secuestros del diario, la Guerra Civil —cuando, por azares de la vida, fue el único periódico que salió con la misma cabecera en las dos zonas en guerra—, los cuarenta años del franquismo, la Transición y, en fin, la restauración monárquica en la persona de Don Juan Carlos de Borbón y su dilatado periodo de paz y democracia que llega a nuestros días.

En esta foto, tomada en Melilla, don Torcuato Luca de Tena aparece, entre otros, junto al general Bigueti, el coronel Riquelme, JIménez Arroyo y Baldomero Argenta


Pero lo que impresiona y conmueve es contemplar hoy la labor de aquel joven empresario sevillano que sueña con una empresa periodística y que esa empresa sigue viva, gozando de buena salud, en medio de una de las crisis económicas más fuertes que se han conocido en la historia y codeándose con los más sofisticados y asombrosos métodos de edición. En la época de internet y de las distintas clases de "i-phone" o "ipad", el diario ABC sigue su marcha con la misma impronta que le dio su fundador.


Porque lo que parece claro es que don Torcuato tiene desde su más tierna infancia una doble dualidad que le marcará su vida toda: un profundo sentido empresarial y lo que llamamos en la profesión el gusanillo del Periodismo". Por eso lo vemos a los catorce años estudiando en el Instituto de San Isidro en Madrid, donde entabla amistad con Luis Romea y se embarcan a esa edad a fundar un periodiquito llamado "La Educación". Don Torcuato, con el gracejo andaluz que tuvo siempre, recordaba: "Pedimos el cambio a algunos periódicos de provincias.
El Papamoscas, de Burgos, lo estableció y hasta nos dedicó un suelto, en el que decía que el semanario debía llamarse La Lactancia en vez de La Educación. No hay que contar la irritación que el caso produjo entre los jóvenes redactores". Pero a él le quedó el "gusanillo"...

Don Torcuato -segundo por la derecha-, junto a otros destacados miembros del Partido Liberal, entre ellos Práxedes Mateo Sagasta -sentado en el centro-, Presidente del Consejo de Ministros en siete ocasiones


Años más tarde, en 1879, fija definitivamente su residencia en Madrid para representar los negocios familiares de Sevilla. Se mueve con soltura: conoce a políticos y escritores, viaja por toda Europa. Tiene la amistad de Sagasta, Canalejas y otros dirigentes del Partido Liberal. Lo tientan con la política, pero... 1890 será un año decisivo en su vida. El 2 de julio se casa con doña Esperanza García de Torres y un par de meses más tarde viaja con Luis Romea a Múnich para estudiar la organización artística e industrial de la revista "Fliegende Blätter". De regreso a Madrid es cuando se produce la escena tantas veces narrada del Círculo de Bellas Artes. Lo cuenta así el propio don Torcuato: "Conversando con varios pintores jóvenes me lamenté de que no se hiciera en España algo análogo... Me replicaron que aquí sobraban artistas para publicar un periódico ilustrado, pero hacían falta editores. Pues yo seré ese editor, contesté. Y aquel mismo día quedó decidida la publicación de ‘Blanco y Negro’". El sueño anhelado desde los catorce años se hacía realidad. Ahora comenzaba una de las aventuras empresariales más arriesgadas. Con "ByN" ensalzó la crónica breve, el cuento, el poema, con magníficas ilustraciones. Era un producto pensado para entretener y divertir honestamente. Un feliz equilibrio entre imágenes y palabras. Había que abrir a los lectores los salones palaciegos, los acontecimientos sociales, los estrenos teatrales, los últimos deportes. Nada de crónicas aburridas, textos cortos; imágenes con "glamour", los vestidos de la Reina, los sombreros de las actrices de moda, los toreros de cartel, los concursos hípicos. Ese era el nuevo periodismo. "Ha sido un hijo agradecido", dirá don Torcuato cuando al comenzar el siglo XX la revista alcance los ochenta mil ejemplares de tirada. Tan hijo agradecido que de un capital de cuatro mil pesetas y una imprenta alquilada se pasó a construir el palacete de la calle de Serrano con nuevas y magníficas maquinarias traídas de Alemania y aquellas naves, "como un trasatlántico", dispuestas al gran sueño: sacar ABC.


Don Alfoso XIII y el fundador de ABC sobre el estribo de una de las rotativas de dicho centenario diario


José Cuartero, un magnífico periodista anónimo de ABC, al que entregó toda su vida, autor del célebre editorial del 15 de abril de 1931, el del "seguimos y permaneceremos donde estábamos", dijo que la salida de ABC se perfiló como una gran operación militar. Hasta se hacen —impensable en 1903— números de ensayo. Semanal primero, bisemanal después, todo tenía que salir a la perfección. Es curioso: don Torcuato, que no era escritor, pero sí periodista, dejó trazada desde el primer momento una especie de línea editorial de lo que quería que fuera ideológicamente ABC. Asombra ver que, ciento ocho años después, esas líneas maestras del pensamiento liberal-conservador sigan vigentes: la defensa de la Corona, la unidad de España, el respeto a la Iglesia católica y al Ejército, la economía libre de mercado, la búsqueda de la excelencia allí donde estuviere, la pasión por la información gráfica, la necesidad de prescindir de simpatías personales a la hora de enjuiciar un problema político. Y quería los mejores colaboradores, fueran de la ideología que fueran, se llamaran Juan Ramón Jiménez, Azorín, Maeztu, Blasco Ibáñez o Manuel Machado... Sin contar con el acierto del formato y de la grapa, que todo hay que decirlo. Como escribió Wenceslao Fernández Flórez, "en España, en todo lo que alcanza la visión del pasado y del presente, no ha habido ni hay un creador de periódico a su altura".


Don Torcuato, aquel sevillano de genio vivo y marcado acento andaluz, lo supervisaba todo, meditaba sus iniciativas, viajaba constantemente a Europa —sobre todo a Alemania— para traer las últimas tecnologías, modernizó el periodismo español como nunca antes se había hecho. Por no faltarle redaños, hasta se presentó en las Ramblas de Barcelona a vocear el periódico cuando el separatismo rampante bañó de sangre la Semana Trágica de 1909. Y con el mismo temple rechazó por dos veces las carteras ministeriales que se le ofrecieron. "Firme como el acero y claro como el diamante", lo definió Azorín.


Sintiendo cercana la muerte redactó su propia esquela, resumiendo sus títulos en esta sola palabra: Periodista. En el margen de la cuartilla donde la dibujó, subrayó: "No poner excelencias, cruces, senador vitalicio, etcétera".



Murió en Madrid el 15 de abril de 1929. Rafael Sánchez Mazas contó así sus minutos finales: "Al cerrar los ojos cristianos, tú fuiste, Sevilla, su último dulce sueño terrenal. ¿Sabes cómo hasta la última hora soñaba tu Giralda y tus jardines?". Pero esto apenas se conoce.

José Miguel Santiago Castelo, director de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes y subdirector de ABC / Tercera de ABC / 20 de febrero de 2011
















EL "ABECÉ" DEL PERIODISMO MODERNO

Ignacio Camacho







Antes de convertirse en clásico de referencia de la prensa española, seña de identidad inseparable de nuestra Historia contemporánea, ABC irrumpió en el periodismo nacional como un huracán de renovación que transformó el panorama editorial de principios del siglo XX. Inspirado por los modelos que había visto de cerca en Europa, sobre todo en Alemania, Torcuato Luca de Tena y Álvarez Ossorio alumbró su creación periodística como un impulso de modernidad hasta entonces desconocido en la Península. Innovación tecnológica, solidez intelectual, moderación política y excelencia literaria: bajo estas cuatro premisas se desarrolló el proyecto que desde 1903 ha mantenido los principios fundacionales a lo largo de más de cien años de presencia en la vida de España.

Desde su aparición como semanario, ABC presentó unas características que permitían reconocerlo como un producto inédito. A primera vista, el peculiar formato y un potente despliegue gráfico e ilustrador le conferían un intenso dinamismo visual en contraste con la cargada tipografía de la época. El énfasis en la calidad de las firmas y la renovación del lenguaje acuñaron pronto una imagen de marca que consolidó el rápido prestigio de la publicación. Luca de Tena fundamentó su proyecto con una visión empresarial e industrial de intensa vocación renovadora; las de Prensa Española no sólo fueron las instalaciones periodísticas e impresoras más relevantes de aquel momento, sino que dieron vida además de a ABC a una serie de publicaciones y revistas punteras en el mercado editorial. Don Torcuato —como se le conoce en esta Casa cuyas sedes de Madrid y Sevilla preside un busto suyo— supo imprimir a su actividad emprendedora el sello de los magnates de la prensa que, como Adolf Ochs en la elegante Dama Gris de Nueva York, empezaban a desarrollar un estilo de referencia: periódicos imprescindibles en la formación de unas élites intelectuales burguesas dispuestas a asumir el protagonismo social del incipiente siglo.

Don Torcuato en una de las primeras rotativas de Prensa Española


La apuesta gráfica de ABC, cimentada en la modernidad de sus rotativas, se abrió paso de forma inmediata y fue la clave del éxito fulgurante del periódico. Se trataba de un modelo basado en un esfuerzo industrial continuo por la incorporación de las tecnologías más recientes —el huecograbado fue estrenado en 1915—, acompañado de un criterio de excelencia gráfica que resultó esencial para el desarrollo del fotoperiodismo español, entendido por primera vez no sólo como complemento de los textos sino como un valor informativo en sí mismo. A partir de 1908, el periódico incorporó una de sus señas de identidad esenciales durante casi cien años: la portada de fotografía única. Tildado despectivamente en sus comienzos de "periódico de monos" por su abundancia de ilustraciones, a ABC corresponde el honor de haber publicado la primera exclusiva gráfica de la prensa española: el atentado contra Alfonso XIII el día de su boda, en 1906. Blanco y Negro, la revista hermana, dio a la imprenta la primera fotografía en color de nuestro periodismo, en febrero de 1912. Dos meses más tarde, en la portada del diario aparecía como ilustración-cartel un mapa narrativo del hundimiento del "Titanic", considerado unos de los primeros y más lucidos precedentes de la moderna infografía que constan en el periodismo español.

Ese esfuerzo renovador que cimentó las bases del proyecto de don Torcuato, y que se ha mantenido constante hasta hoy con la incorporación del periodismo electrónico, fue acompañado desde los inicios de la publicación por un intenso brío intelectual que llevó a las páginas de ABC a los mejores escritores y cronistas del momento. Desde las escenas parlamentarias de Azorín a las reflexiones politicofilosóficas de D'Ors, Pérez de Ayala y otras grandes firmas del primer cuarto de siglo XX, el diario se convirtió en elemento de referencia del pensamiento moderado e institucionalista español, que el fundador consideraba prioritario en su concepto periodístico. "Se equivocan —escribió— los que piensan que se puede fundar y sostener un gran periódico sin más objetivo que el negocio", escribió como epítome de su vocación editorial al servicio de un proyecto de sociedad: liberal, monárquico, estable y plural. Junto a los maestros pensadores de la época y a una pléyade de escritores que de inmediato consagraron a ABC como plataforma de excelencia literaria, el periódico reunió a los más consagrados periodistas del momento —en el campo político, económico, social y taurino— y estableció bien pronto una red de corresponsales en las principales capitales del mundo. Periodismo moderno, pues: el más moderno de su tiempo, base prácticamente intacta del periodismo actual.

Recreación de la mesa de don Torcuato con las herramientas del periodismo de ayer y hoy


Más de un siglo después, en pleno desarrollo de la sociedad de la comunicación, ese modelo continúa vigente a través del avance tecnológico que suponen las nuevas tecnologías. El periodismo electrónico, las redacciones multimedia, la incorporación on line de los formatos audiovisuales, la interconexión con las redes sociales, son fórmulas herederas de aquel sueño visionario que implantó en España un modo de concebir el oficio periodístico como una actividad multidisciplinar adaptada a los usos sociales más actualizados. Ésa fue la imagen de marca que don Torcuato creó hace once décadas en torno a unas simples siglas alfabéticas que se han convertido en referencia de calidad en la prensa española y europea. El abecé del periodismo moderno.



HOY SUENA

Isaac Albéniz / 1886

Sevilla

Suite Española Op. 47 / John Williams


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martes, 1 de febrero de 2011

ESPÍRITUS FRATERNOS / Luminosas almas / Bicentenarios


Martes, 1 de febrero de 2011

Perspectiva de la Plaza Mayor de la Ciudad de México -hoy Plaza de la Constitución, popularmente conocida como El Zócalo-, después de haber sido reformada y embellecida por el virrey de Nueva España, Juan_Vicente_de_Güemes, en 1793 /_Archivo General de Indias / Sevilla




CONMEMORACIONES Y BICENTENARIOS

Tomás Pérez Vejo







El 11 de agosto de 2010 la selección española de fútbol se enfrentó a la mexicana en el estadio Azteca de la ciudad de México. El partido fue precedido de una cierta polémica ya que hasta el último momento se dudó si debido a problemas de calendario estarían algunas de las figuras ganadoras del último mundial de Suráfrica. Sorprende, sin embargo, el distinto tono de la polémica en los medios de comunicación españoles y mexicanos. Mientras que para los primeros pasó bastante desapercibida y se limitaron a discutir sobre asuntos futbolísticos, para los segundos, en los que el eco de la polémica fue mucho mayor, la discusión giró en torno a un problema político. Se había invitado a la selección española al acto deportivo más importante de los celebrados con motivo de la conmemoración del bicentenario de la independencia mexicana. Que no alinease su equipo de gala resultaba poco menos que una ofensa nacional.

Por supuesto que no fue un problema sólo de los medios, aunque éstos alguna responsabilidad tuvieran. Unos y otros se limitaron a reflejar una opinión pública que del lado español ignoraba, casi de manera absoluta, el motivo de la invitación: no se trataba de ver a los campeones del mundo sino de conmemorar la independencia. Desde el punto de vista mexicano se era plenamente consciente de que el partido poco o nada tenía que ver con la calidad de los futbolistas españoles. Era un gesto hacia la nación de la que hacía doscientos años México se había separado.



Como ocurre en otros muchos casos, el fútbol es un buen reflejo de un problema que va mucho más allá de lo deportivo, la realidad de unas relaciones completamente asimétricas, en la que España es importante para México y México irrelevante para España. Y me refiero al lugar ocupado por cada país en el imaginario del otro, no a esa vacua y sonrojante retórica con la que todo político español sale del paso: referencias a la comunidad iberoamericana de naciones, a los indisolubles lazos de la lengua y la cultura, o a la generosidad de México con el exilio español. Alguien debería explicarles que los tópicos a fuerza de repetirse acaban por no significar nada, que las «comunidades» no son realidades objetivas sino complejos entramados de memorias e intereses, basadas en una especie de plebiscito cotidiano, y que el mundo puede ser muy distinto visto de uno u otro lado del Atlántico. Incluso, o quizás sobre todo, cuando se usan las mismas palabras en el mismo idioma para describirlo.


Lo paradójico de esta relación asimétrica es que debería ser justo la contraria. España tiene mucho más que ganar y perder en ella que México. Estamos hablando de las relaciones económicas, políticas y culturales con el mayor país hispanohablante del mundo, 110 millones de habitantes. Es sólo un dato cuantitativo. Hablamos, además, de una nación con una extensa, dinámica y conflictiva frontera con los Estados Unidos, poseedor de una clase media relativamente numerosa, en general bien cualificada y de alto nivel de consumo. Con redes científicas y de conocimiento de calidad internacional (la UNAM es la única de las universidades de habla española que aparece sistemáticamente entre las 100 primeras en calidad académica). Con una fuerte presencia de empresas españolas pero, a su vez, con multinacionales propias para las que España puede ser vista, o no, como una plataforma idónea de entrada a los mercados europeos. Con una cierta tradición de liderazgo regional, menos de la que
algunos analistas mexicanos piensan, pero no por ello desdeñable. Con unas relaciones con España, lo español y los españoles especialmente complejas y conflictivas, parte del debate político interno más que del externo. Una nación en la que, por último, en los próximos años se van a dirimir dos conflictos centrales para el futuro de Iberoamérica: el reforzamiento del Estado o su deslizamiento, quizás irreversible, por el tobogán del populismo, la corrupción y la debilidad institucional, con resultados catastróficos para los intereses económicos españoles. Y en segundo término, la definición cultural de un área en la cual la pugna entre discursos indigenistas, más o menos radicales, y una matriz civilizatoria de raíz occidental, dista de estar resuelta. Aunque este último sea un conflicto aparentemente más etéreo que el anterior, España tiene también mucho que perder, pues el indigenismo en América Latina comporta siempre un fuerte sesgo hispanófobo.

El autor del Pabellón de México de la Exposición Universal del 92 lo es asimismo del Estadio Azteca

La conmemoración del Bicentenario de la Independencia en 2010, que en el caso de México se solapó con el Centenario de la Revolución, el otro gran hecho fundacional de la nacionalidad mexicana, hubiera sido una magnífica ocasión para que la sociedad española se replantease sus relaciones mutuas. No ha sido así, entre otras cosas porque el gobierno español tomó una discutible decisión: España debía limitarse a «acompañar» a los países americanos en las celebraciones, a comportarse como un invitado del que se esperaba que fuese bien educado y no molestase. Digo discutible porque finalmente los sucesos históricos conmemorados parten de un episodio que afectó al conjunto de la monarquía española, a uno y otro lado del Atlántico. Por lo tanto, todos los que vivimos en alguno de los estados-nación surgidos de aquel cataclismo —en mi caso, un español residente en México—, algo tendremos que decir. Más discutible aún resulta semejante actitud si consideramos que la historiografía reciente
sobre las independencias ha insistido, con mayor o menor fortuna, en que las guerras que las acompañaron no fueron un enfrentamiento entre naciones (España de un lado y las americanas de otro) sino algo mucho más complejo y enrevesado, con claros componentes de guerra civil y bastante menos claros de guerra de liberación nacional. Una especie de revisionismo historiográfico radical, del que por cierto los historiadores españoles han estado casi por completo ausentes, que quita cualquier justificación a ese ingrato papel de convidado de piedra asumido por la España actual.

La decisión del gobierno contrasta, de manera llamativa, con la tomada en 1910, con motivo del primer Centenario, cuando la voluntad de escenificación del reencuentro fue clara, tanto del lado mexicano como del español y tanto en los discursos como en los hechos, en un momento, por cierto, en el que los intereses españoles en México eran bastante menores que los actuales. Pero tampoco se trata sólo de echar la culpa a una administración que se ha limitado a reflejar la incapacidad de la sociedad española para un planteamiento racional de sus relaciones con México en particular y con la América hispana en general. Una sociedad que oscila entre la prepotencia neocolonial y la mala conciencia postcolonial. Entre la confusión de la política española hacía América Latina con los intereses de las empresas españolas de una parte y el apoyo incontestable a cualquier causa revolucionario-indigenista como pago de supuestas culpas pasadas y presentes, de otra. Todo ello en el contexto de una
profunda ignorancia sobre un pasado compartido, infinitamente más rico y complejo de lo que simplistas interpretaciones nos han querido hacer ver. La celebración de los bicentenarios hubiera sido una excelente oportunidad para un debate serio. No por un afán erudito sino porque discutir sobre el pasado es siempre una forma de construir un futuro mejor. Las conmemoraciones han pasado prácticamente desapercibidas para la opinión pública española y la ausencia de reflexiones sobre el significado de lo que se estaba celebrando ha sido casi absoluta. Al menos Vicente del Bosque decidió llevar a México al equipo titular del mundial.


Pabellón de México en la Exposición Iberoamericana de Sevilla (1929-1930) / Manuel María Amábilis Domínguez_/_Leopoldo Tommasi López_/_Víctor Manuel Reyes_/ 1928 / Neoindigenismo

Conmemoraciones y bicentenarios / Tomás Pérez Vejo, profesor-investigador en la Escuela Nacional de Antropología e Historia de México / Tercera de ABC / Sábado, 29.I.11


HOY SUENA

Manuel Sumaya / Nueva España / Siglo XVIII

Barroco

Alegres luces del día / Archivo de la Catedral de Oaxaca / México


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