lunes, 21 de septiembre de 2009

LA ANTIGÜEDAD / El mundo prerromano

Centauro de Los Rollos
Bronce fundido a la cera perdida / Arte griego arcaico
Talleres peloponésicos /
Siglo VI a.C.
Campo de Caravaca / Murcia
Museo Arqueológico Nacional / Madrid




Griegos: el hechizo del metal
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Como en el caso fenicio, los metales constituyeron el principal motivo de los periplos griegos por el Mediterráneo occidental. La diferencia entre el número de fundaciones mencionadas por los autores clásicos y los pobres hallazgos arqueológicos se deben a una errónea interpretación de los textos, que confunden el modelo colonizador apli- cado en la Magna Grecia o Sicilia, con el comercial, ensayado en el sudoeste y sudes- te peninsular...

Estos foceos fueron los primeros griegos en hacer tales viajes por mar y los descubri- dores del Adriático, Tirrenia, Iberia y Tartessos. Porque no navegaban en naves redon- das, sino en pentecónteras. Llegados a Tartessos se hicieron amigos del rey de ese pueblo, llamado Argantonio, que gobernó Tartessos durante ochenta años y vivió cien- to veinte. Los foceos ganaron a tal punto su amistad que, primero, les quería conven- cer de que dejasen Jonia y se establecieran en el país donde quisieran; luego, cuando vio que no podía convencerlos y supo por ellos que el poder de los medos era cada vez más floreciente, les dio dinero para que construyesen una muralla en su ciudad. Y dio dinero sin escatimarlo, porque el circuito de la muralla es de no pocos estadios y todo él está hecho en piedras grandes y bien asentadas unas en otras. Después de esto, una nave de Samos, cuyo capitán era Coleo, navegando con rumbo a Egipto, fue desviada hacia Platea, donde, enterados los samios por Corobio de toda la historia, le dejaron provisiones para un año y ellos zarparon de la isla con vivo deseo de llegar a Egipto. Pero, desviados por el viento afelio, que no cesó durante el viaje, fueron llevados más allá de las Columnas de Heracles y, por providencia divina, llegaron a Tartessos. Este mercado estaba por entonces aún intacto; por eso los samios, al volver a su país, obtu- vieron de su cargamento mayores ganancias que ninguno de los griegos de quienes ten- gamos noticia cierta, con excepción sólo de Sóstrato de Egina, hijo de Laodamas, por- que con él no es posible competir. Los samios cogieron seis talentos, la décima parte de sus beneficios, e hicieron en bronce una especie de crátera de Argos, con cabezas de grifos en torno al borde, y la consagraron en el templo de Hera, sostenida como estaba por tres colosos arrodillados, de bronce, cuya altura era de siete codos.


Heródoto de Halicarnaso / Historias I / Siglo V a.C.




Coraza anatómica griega
Bronce
Período púnico

Cueva del Jarro / Almuñécar / Granada

Museo Arqueológico de Granada







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Suena: Dionysian Rant

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